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lunes, 22 de abril de 2013

Crítica. Microhistorias e identidad en un relato de vida


Microhistorias e identidad
en un relato de vida



Magíster y Especialista :  Fabián G. Mossello
[artículo con Derechos de Autor, utilizar citando la fuente]

1. El trabajo que presentamos intenta dar cuenta de las posibilidades que tienen ciertas prácticas discursivas para construir identidades. A tal fin, analizaremos un relato de vida producido por un informante adulto mayor, a partir de las experiencias como niña desde Italia natal hasta Argentina, y sus primeros años en la zona rural de Villa María, Córdoba.

2. La problemática de la identidad ha tenido, en los últimos años, una expansión significativa, ‘impregnado’ buena parte de los estudios en Ciencias Humanas y Sociales. Así, han cobrando importancia, tanto las “identidades étnicas, regionales, lingüísticas, religiosas, (…) [como] los nuevos espacios (…) de las identidades políticas (…) las nuevas ciudadanías, (…) culturales, sexuales, de genero “(Arfuch, L.2005:24).
Problematización coadyuvada por las reflexiones emergentes del contexto general de la llamada postmodernidad que supone un replanteo de los criterios de certeza y estabilidad de las representaciones del sujeto en la historia, y de los grandes relatos organizadores de la cultura. En el contexto de “una época donde la sensibilidad y la creatividad del hombre enfatizan más la incertidumbre frente a su propia figura y al mundo, que el pensar desde creencias compartidas en la irrefutabilidad de las mismas, para operar sin vacilaciones, a partir de ellas, sobre la realidad” (Casullo. 1993:14), la identidad tiende a redefinirse lejos de los principios esencialistas.
Pensar desde la esencia es sostener, que aquello que los hombres definen como su identidad, es decir, el conjunto de representaciones que los identifica como individuos pertenecientes a un grupo, clan, sociedad, región o estado, entre otras posibilidades, se mantiene incólume en el tiempo. La idea corriente de tradición está ligada a este tipo de identidades y supone que los hombres deben conservar o rescatar ‘algo’ que es exterior a los sujetos y que los identifica. De allí derivan, por ejemplo, ciertas búsquedas de identidad nacional en tanto invariante histórica y cultural, esto es, objeto de valor definido y que sólo se debe descubrir, tomar y reproducir.
Por el contrario, las reflexiones en torno al lenguaje y su capacidad constructiva del mundo, el llamado ‘giro lingüístico’, puso en tela de juicio los principio estáticos del esencialismo, para redefinir la identidad como una “construcción nunca acabada, abierta a la temporalidad, la contingencia, una posibilidad relacional sólo temporariamente fijada en el juego de las deferencias”(Arfuch, L.2005:24).
Es decir:

La identidad no es una esencia metafísica que define a los individuos más allá de cualquier conciencia que puedan tener de ella (...) sino una autodescripción en el seno de una comunidad que los agentes hacen propia a través de la socialización y que puede visualizarse empíricamente en las expectativas y códigos que ponen en funcionamiento cuando se embarcan en acciones comunitarias (Kaliman, R. 1978:286).

Estas autodescripciones son ‘haceres’ y ‘decires’ históricos, culturalmente modulados por todos los factores que hacen de las sociedades espacios dinámicos y cambiantes. Zygmunt Bauman (2003) comenta que si

El problema moderno de la identidad es cómo construirla y mantenerla sólida y estable, el problema posmoderno de la identidad es en lo fundamental cómo evitar su fijación y mantener vigente las opciones (...) (Si) la palabra comodín de la modernidad fue creación, la palabra comodín de la posmodernidad es reciclaje” (Bauman, Z. En: Hall, S y du Gay, Paul. 2003:40).

Las particularidades expresadas por Bauman (2003), como ya enunciamos, se visualizan con mayor énfasis en épocas de modernidad tardía, de momento que las prácticas identitarias se presentan de manera discontinua, enfatizando el efecto de fragmentación que produce las condiciones para una red de intersubjetividades sustentadas y soportadas por el lenguaje.
En este marco de teorías, “y quizá como consecuencia de la emergencia sintomática de las problemáticas identitarias (…),  la narrativa, como perspectiva teórica y analítica, adquirió relevancia, tanto para la disciplina histórica como para las ciencias sociales, sin desmedro por cierto de la teoría literaria” (Arfuch, L. 2007).
Este hincapié en la narración, implica reflexiones que enfatizan la “dimensión (..) simbólica de la identidad; el hecho de que ésta se construya en el discurso y no fuera de él (…), coloca la cuestión de la interdiscursividad social, de las prácticas y estrategias enunciativas, en un primer plano” (Arfuch, L.2995:25).
Así,  y como consecuencia de lo dicho, el énfasis en la narración proyecta una serie de prácticas discursivas al espacio de las discusiones sobre la identidad, cobrando importancia “la microhistoria, la historia oral, la historia de las mujeres, el recurso de los relatos de vida y los testimonios” (Arfuch, L.2005:22).
Para Paul Ricoeur (1995), autor clave para las reflexiones identitarias contemporáneas, es necesario separarse “de la ‘ilusión sustancialista’ de un sujeto ‘identico a si mismo’, pero sin desatender, sin embargo, el principio esencial de autoreconocimiento” (Arfuch.2005:26). Al problema de una identidad “entendida en el sentido de un mismo (idem), se sustituye la identidad entendida en el sentido de un si mismo (ipse); la diferencia entre idem e ipse no es sino la diferencia entre una identidad sustancial o formal y la identidad narrativa. (Arfuch.2005:26).
La identidad narrativa, así, se articula entre el polo de la mismidad, “que cubre todo aquello [del[ sentido clásico de la noción de identidad” (Robin.1994:38) y la ipseidad, es decir, la idea de una identidad que no está nunca terminada” (Robin.1994:38).
Creemos que la noción de identidad narrativa supone un punto de partida germinal para los estudios de memorias, relatos de vida y otras formas de escritura atravesadas por los ritmos de la oralidad, con sus desfasajes, asimetrías, lapsos, silencios. El intervalo entre lo mismo y la promesa de lo que será la identidad, la narración articula en forma dinámica las oscilaciones entre el tiempo de la historia, que es un fragmento de vida, y la del relato.
Queremos cerrar esta reflexión teórica con una cita que resulta clave para contextualizar nuestro análisis del relato de vida escogido, pues

El contar una (la propia) historia no será entonces simplemente un intento de atrapar la referencialidad de algo “sucedido”, acuñado como huella en la memoria, sino que es constitutivo de la dinámica misma de la identidad; es siempre a partir de un “ahora” que cobra sentido un pasado, correlación  siempre diferente –y diferida- sujeta a los avatares de la enunciación. Historia que no es sino la reconfiguración constante de historias divergentes, superpuestas, de las cuales ninguna puede aspirar a la mayor representatividad (Arfuch, L. 2005: 27).

3. El texto que analizamos fue escrito por una informante mujer, adulto mayor de origen italiano. El escrito responde a lo que se conoce como relato de vida y  recrea, retrospectivamente, el itinerario del personaje Pabela, desde Italia natal, hasta Argentina y, en particular, la Pampa Húmeda cordobesa.
El relato de vida escogido es parte de un texto mayor que la informante prepara sobre su vida –su autobiografía-. Lo seleccionamos, entre otras, porque conserva rasgos de oralidad primaria, lo que le confiere espontaneidad y relativa baja mediación de los modos formales de la escritura literaria. Sobresale, de este modo, una enunciación fragmentaria a partir de la cual los recuerdos emergen con cierta naturalidad otorgándole, además de ‘espesor literario’, calidad al recuerdo.
Cosas de Pabela es sugerente ya desde el título, al remitir, en primer lugar, a “cosas”, es decir, objetos personales de alguien; un origen subjetivo de asuntos, sin delimitación específica, que van a ser visibilizados por medio de la escritura. El complemento “de Pabela” remite al sujeto, pero a través de un nombre de personaje casi literario, que preanuncia la investidura del sujeto de la enunciación y modaliza el texto.
El cuerpo del relato de vida lo hemos dividido en partes, sin que esto signifique  la parcelación y aislamiento de cada una de ellas, pues la lógica narrativa con que aparecen los hechos responde, más a la presentación aleatoria de microhistorias, que a un texto con rigurosa trama narrativa.
En primer lugar, el relato retrospectivo reconstruye un origen. El deíctico “yo” inaugura el relato de vida para asignar, desde las primeras palabras, la construcción del recuerdo. Nombres, fechas, lugares, circunstancias garantizan al YO el reconocimiento de una cultura, la piamontesa, marcando su condición de inmigrante de primera generación, co-seguro de una ascendencia ‘gringa de primera mano’ legitimadora de lo que dirá en el relato.
Italia es “bella” y “Villamonetta” está cubierta de nieve, asignando al espacio de partida los rasgos idílicos de muchas historias de la inmigración en Argentina. Esta operación de idealización modalizará el resto del relato de vida de Pabela, en el que sobresale el recuerdo emotivo del pasado.
De Italia se abren las referencias breves, pero significativas, al espacio móvil por antonomasia del inmigrante: “el buque”. Lugar fundacional del enunciador, el barco aparece inaugurando “los primeros pasos” de la vida, para resignificar  un modo de caminar; significativa alusión humorística de un origen, coseguro del saber vehiculizado en el texto:

Mis primeros pasos los di en el buque que nos traía, según mi  familia,  esto se nota en mi forma de caminar,   ya que no puedo seguir un trecho en línea más o menos recta  sin desviarme.

En este sentido, si el primer bloque del relato parece asentado en la construcción de lo que ha quedado en algún rincón de “mi inconsciente”, lo que sigue más bien es resultado de la emergencia discontinua, aleatoria de distintos hechos vividos, que por su significancia y valor, emergen a través de significantes, en su mayoría eufóricos, que instalan la sorpresa, la expectación ante lo nuevo.
Así, el ingreso al país y las vivencias de infancia en los campos de la Pampa Húmeda, están atravesados por los clichés del relato de inmigrantes. En términos todavía generales, el enunciador remite a los temas que emergen con intensidad de la nueva realidad, del nuevo espacio que hay que conocer, pero que también tiene su historia. De este modo, el relato retrospectivo activa una serie de asuntos que se narran desde la experiencia personal del YO, entre lo que sabe como inmigrante italiana y lo que hay que aprender de la población vernácula.
Un primer tema relevante de este recorrido rural es la referencia al espacio de ‘aquí’. A partir de una serie decreciente que incluye Argentina, Pampa Húmeda cordobesa, “montes” y  “pequeña localidad” (Los Zorros)[1],  se construye la arcadia americana a través de variados recursos del lenguaje, entre los que destacan los cromátismos, diminutivos, sabores y nombres autóctonos para referir sobre la vegetación o la presencia animal, que verosimilizan el enunciado y transfieren al espacio los deseos del YO:

Llegando a Los Zorros pequeña localidad donde conocí  a mi amiga más fiel del reino animal una perrita blanca y marrón pelo cortito petisona, la nombré Violeta que por varios años me acompañaría por los senderitos del monte, juntando florcitas silvestres de cien colores, variedades y perfumes. Espinillo de un bello amarillo fuerte llamado también aromito. Probando y saboreando de las frutas silvestres, piquillín, talitas, chañar, tasi de cáscara muy rugosa y dura con un pequeño corazón muy dulce la flor llamada manbucuruyá o flor de los estigmas que Jesús sufrió, caminando hasta el pie de la cruz, hasta que sería crucificado.


El cierre místico supone una traslación al nuevo espacio de sistemas de valores del inmigrante, en particular su religión, para resemantizar lo autóctono americano en continuidad con Europa –también Dios está en estos campos-, y el sacrifico –como Cristo, nosotros, los italianos, nos vamos a sacrificar- preanunciado los relatos de las gestas individuales o colectivas, tan frecuentes en los relatos  de inmigrantes.
Si el ‘aquí’ rural es motivo de sorpresa, admiración ante lo nuevo, la vinculación con otros actores es particularmente interesante.
Buena parte de los actores con que se relaciona el enunciador son representantes de lo que se conoce como ‘pampa criolla’, es decir, aquellos pobladores que nacieron en América antes de la llegada de las oleadas inmigratorias de fines del XIX y principios el XX. Dentro de otra acepción se denominan así a los mestizos –gauchos, peones, entre otros- hábiles personajes en todas las labores del campo y sobre todo en relaciona a los animales.
En el texto de Pabela, sobresale “Don Santos” como maestro del YO en los saberes específicos del entorno rural. De ahí, todo el ‘peregrinaje’ que emprende la niña de la mano del dador de saber, en un reconocimiento cargado de afectividad:

De la mano de don Santos, único contacto físico que tuve, fue conocer la variedad de plantas venenosas y urticantes, entre ellas la ortiga que crece alta y la rastrera de una florcita blanca y amarilla, cuyo fruto era como un balón de corcho, la cicuta muy venenosa que a pesar de jugar cortando fideos de distintas formas nunca un trozo a la boca, y un frutito muy rojo y tentador que si probé llamado el ají de la mala palabra (puta parió)  y saborear la uvita del monte.


Un saber que se asocia con las culturas vernáculas y permite la constitución del sujeto competente, a través de una mezcla de enseñanza biológica y chamánica. Estos saberes de una cultura anterior al inmigrante se ven reforzados por las alusiones al espacio. Don Santos no es inmigrante, es empleado del padre de Pabela y habita un “rancho”, la vivienda de un tipo social, que para el tiempo de la historia está representado por el peón rural, sucesor directo del gaucho. Este espacio construido reubica a los actores con funciones más ligadas a la tierra, los conocimientos prácticos y la sencillez de las vidas rurales:


El rancho de don Santos, como todos los otros (…) Casi siempre las construcciones estaban  iluminadas por la luz natural del sol,  la luna, y  la lumbre del fuego,  en la entrada de algunas casas  por luz de vela o un farol que funcionaba a kerosene.


En la serie criolla, el recuerdo se desplaza hacia otro conocedor de lo natural, “Don Cirilo”, destacado por realizar un trabajo ‘pesado’, el de hachero, pero clave en la economía de las pampas como es la obtención de carbón (la energía de aquellos campos):


Había un hachero don Cirilo, hombre solo, que se quedaba en época de calor y se dedicaba a quemar carbón de primera calidad, llevando siempre puesta una camiseta de mangas cortas.

Si la identidad del YO se va construyendo en relación a los espacios y actores vernáculos, a través de programas narrativos de descubrimientos y de estados pasionales de asombro ante lo nuevo que esconde ‘la cultura de la pampa’, también es importante el vínculo con los coterráneos –familiares y amigos-:

[Caminábamos] con mi madre viendo las gallinas, pollitos, chivas.

La alusión esporádica a la madre se completa con la referencia al padre y el encuentro con objetos de valor clásicos de las primeras décadas del siglo pasado:

Mi papá que me traía galletitas llamadas Mu- Mu cubierta de glacé rosa, las cuales  tenían distintas formas,  animalitos, flores hasta la forma de un niño. Solía traerme a veces unos caramelos que formaban unos pimientos chicos verdes, amarillos o rojos,  el tallo para sostenerlos y poder chuparlos era un palito blanco muy bien endurecido llevando escrito en su interior una adivinanza

La referencia a la bebida “chinchibira (…) galletitas llamadas Mu- Mu”, remite a una memoria emotiva que permite recuperar los lugares del pasado ligados al placer y el juego infantil.
La colección de recuerdos de personajes se completa con dos grupos bien definidos. Por un lado los coterráneos, discursivizado como Don José Caffaratti, piamontés y dueño de un bar, un “boliche”. La relación con el gringo José es distinta y supone un dato importante: las ligaduras entre los miembros del colectivo-inmigrantes y los posibles lazos para la reproducción de la cultura venida de Europa:

Don José Caffaratti le decía al bolichero,  bebida para mi futura nuera Ñata [Pabela]

La construcción de la identidad del colectivo al que pertenece Pabela remite, en último lugar, al idioma. Así aparecen padres, tíos y amigos y el mismo enunciador en relación afectiva con el dialecto piamontés, vehículo lingüístico de los valores que refuerzan una identidad de origen que se cultiva entre los pares y refuerza los vínculos familiares dentro del hogar. No parece haber tensión entre la cultura del piamontés y la de los actores criollos, pero el enunciador deja claro que hasta el presente (Pabela, ya una mujer mayor) ese duro dialecto montañés la acompaña:

En mi hogar hablaba con mis padres, tíos y amigos que venían de Italia, el piamontés,  saliendo afuera, el idioma de este país aprendiendo simultáneamente la forma de hablar y expresarme, es  así que  mi acento  es piamontés.


Si lo consanguíneo y el dialecto son puntos fuertes para la constitución de la identidad de los italianos de Piamonte y la consiguiente reubicación del YO como parte de ellos, es fuerte, además, la necesidad de diferenciarse de otros grupos inmigrantes como los marquellanos, rivales consuetudinarios de los primeros. Ambos grupos trasladaron sus pleitos, conflictos y pugnas históricas desde Europa a Argentina. El YO intenta distanciarse de los marquellanos, asignándole sentidos diferenciales respecto del grupo de referencia piamonteses, a través de semas que indican superstición, cerrazón aunque, en un pasaje de claro lirismos, rescata de aquellos sus esfuerzos por colonizar una tierra que le había quitado ya un hijo:

Enfrente de nuestra casa había una familia cuyos padres eran Marquellanos, creo que de  la parte llamada Marina, siendo población muy supersticiosa. Vi como en pleno invierno y noches estrelladas entre rezos y salmos sacaban una chapa de zinc del techo para darle el alma de Mario, su hijo más pequeño, a dios y que se elevara más rápido, y  volara directamente al cielo. Larga espera y en dura y lenta agonía su último hálito de vida volara en un suspiro al infinito. Noche alucinante entre el brillo de las estrellas y el grito de las aves nocturnas y agoreras hacía de esos momentos para mí duros y lentos.


4. El relato de vida de Pabela  manifiesta los trazos de una identidad “‘puesta en trama’, al modo en que se articulan tiempos, voces, protagonistas en los diversos planos de la narración, una forma que es a la vez una puesta en sentido” (Arfuch, Leonor. 2007).
Identidad soportada en una memoria cognitiva (en relación al saber), pragmática (del hacer) y emotiva (de las pasiones puestas en juego), que articulan el relato del YO:

  • Para nombrarse como parte de un mundo en su carácter de ser, su mismidad. Referencia explícita a una ascendencia italiana, piamontesa, hija de, a través de una memoria de lo contado, más que de lo vivido. Protomemoria en el sentido que se constituye a partir de los fragmentos de historias contadas al YO por informantes calificados, como padres, tíos, abuelas, entre otros coterráneos y próximos al espacio de experiencias y constitutivos del contorno etno-cultural de partida del enunciador. En este nivel, la identidad se completa con las referencias cliché de relatos de inmigrantes: “buques”, “Italia”, “nieve” para construir el viaje, motivo recurrente como espacio móvil de la esperanza. 

  • Pero también para irse constituyendo en sujeto de la sorpresa; sujeto consciente y narrador vivencial de unos itinerarios hechos de ‘retazos’, ‘jirones’ –las microhistorias de Pabela-. Identidad no fijada,  móvil, dinámica que intenta construirse en relación a lo otro – personajes, espacios, circunstancias, que satelitan en torno al YO. Es este polo, el de la ipseidad, en el que se enfatizan las relaciones intensas con la población vernácula, como modo de abrir el relato a otras voces (Bajtín) y propiciar la actividad dialógica. Así, el polo ‘criollo’ no es menospreciado por el YO sino, por el contrario, fuente de ‘saberes’, legitimando lo autóctono y poniéndolo como punto de partida para la elaboración de una identidad integrada entre las dos culturas (criolla y gringa).

La perspectiva teórica asumida en este trabajo, “particularmente pertinente para  abordar la configuración de identidades y subjetividades,  aproximarse a experiencias y memorias, tanto individuales como colectivas, [y] analizar el modo en que diversas textualidades, discursos, representaciones, imágenes, se entraman en “grandes narrativas” (Arfuch, Leonor. 2007), permitió analizar los polos mismidad/ ipseidad  en la historia de Pabela y mostrar como la narración del YO articula las microhistorias para mostrar los intentos por reconocerse como hija  compartida de Italia y Argentina.


Bibliografía

Benveniste, E.            “De la subjetividad en el lenguaje”, “Semiología de la lengua” y “El aparato formal de la enunciación” en Problemas de lingüística general, Mexico, Siglo XXI, varias ediciones

Derrida, J.                “Firma, acontecimiento, contexto” en Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1989

Bajtín, M.                   "El problema de los generos dicursivos", “El problema del texto en la lingüística, la filosofía y otras ciencias humanas. Ensayo de análisis filosófico” y  “Autor y personaje en la actividad estética” en Estetica de la creacion verbal, Mexico, Siglo XXI  (varias ediciones)

Ricoeur, P.                     Temps et récit, Cap.2 del Tomo I, Cap. 4 del T. 3 y Conclusión, Paris, Seuil, 1983 y 1985; Soi même comme un autre, Cap. VI, Paris, Seuil, 1991
 ( version en español)

White, H.                        El contenido de la forma, Caps. 1 y 2, Barcelona, Paidós, 1992


Robin, R.                          Identidad, memoria y relato. La imposible narracion de sí mismo. Buenos Aires, Secr. Posgrado Fac. C. Sociales/CBC,  1996

de Man, P.                              “Autobiography as De-facement” en The Retoric of romanticism,
New York Columbia University Press, pags. 67-81, 1984
“La autobiografía como desfiguración”, en La autobiografía y sus problemas teóricos” Barcelona, Suplementos 29 de Antropos,  Dic. 1991 pags. 113-118


AA.VV.                       La autobiografía y sus problemas teóricos, Barcelona, Suplementos 29 de Antropos,  Dic. 1991

Arfuch, L.                   El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Buenos Aires, Fondo de Cultura Ecnómica, 2002, Caps. 6 y 7.

---------                         (Comp.) Identidades, sujetos y subjetividades, Buenos Aires, Prometeo, 2003.

---------                                Seminario: El giro narrativo en las ciencias sociales
                                           Doctorado en Semiótica, CEA, Universidad Nacional de
                                            Córdoba. 25 y 26 de octubre de 2007

La Capra, D.               Historia en tránsito. Experiencia, identidad, teoría crítica, FCE, Buenos Aires, 2006- Introducción y capítulo I.


Casullo Nicolás(comp.     El debate modernidad/ 
                                             Posmodernidad. Bs.As. Ed.El Cielo por Asalto.1993. 


Hall, S y du Gay, Paul.(2003)  Cuestiones de identidad cultural. Madrid. España.
                                                     Amorrortu.

Kaliman. R.                      “Ser indio donde no hay indios”.  En Discursos identitarios en el          
                                 Noroeste argentino, en Mabel Maraña(ed.). Indigenismo
                                  hacia fin del milenio. Homenaje a Cornejo Polar.     
                                  Pittsburgh, Estado Unidos: Instituto Internacional de Lit.
                                  Iberoamericana.

                                

Anexo. Texto Fuente
Villa María 2007

Historia de vida

Cosas  de Pabela

Yo nací  el día catorce de septiembre de 1920 en la bella Italia,  en la parte más ancha de la  bota, límite con Francia,  en la zona piamontesa en un pequeño lugar Villamoneta, provincia de Cúneo, a decir de mis padres siempre cubierto de nieve, y me dieron el nombre Olga María, previa discusión con el sindaco (intendente) que me anotó,  no era el nombre adecuado para una niña pobre, pero como  mi madre conocía sus derechos exigió que me llamaran así.
Mis primeros pasos los dí en el buque que nos traía, según mi  familia,  esto se nota en mi forma de caminar,   ya que no puedo seguir un trecho en línea más o menos recta  sin desviarme.
Mi primer recuerdo al pisar tierra argentina,  después de más de treinta días de navegar, evidentemente que para mí fue muy fuerte quedando en algún lugar de mi inconsciente. Al pasar los años,   un día por una razón equis floreció el recuerdo de aquel día de lluvia y frío, con  mucha gente de distintas voces de razas y credos, que  reían y lloraban e imploraban a su dios al mismo tiempo. Ancianos, hombres, mujeres, niños, el mismo dolor y alegría, risas y llantos.
No recuerdo nada del viaje en tren que nos trajo hasta Villa María, zona en la que viví y vivo. Llegando a Los Zorros pequeña localidad donde conocí  a mi amiga más fiel del reino animal una perrita blanca y marrón pelo cortito petisona, la nombré Violeta que por varios años me acompañaría por los senderitos del monte, juntando florcitas silvestres de cien colores, variedades y perfumes. Espinillo de un bello amarillo fuerte llamado también aromito. Probando y saboreando de las frutas silvestres, piquillín, talitas, chañar, tasi de cáscara muy rugosa y dura con un pequeño corazón muy dulce la flor llamada manbucuruyá o flor de los estigmas que Jesús sufrió, caminando hasta el pie de la cruz, hasta que sería crucificado.
Entre las cosas que permanecen en mi memoria, por ejemplo, es el color de aquel fruto , que   era amarrillo , su corazón rojo brillante,  dulce que a mí me gustaba mucho. Por allí conocí a don Santos, delgado, voz suave, tez pálida, y bigotes lacios caídos que;  ya de grande me recuerdan los bigotes de los mandarines. De la mano de don Santos,  único contacto físico que tuve, fue conocer la variedad de plantas venenosas y urticantes, entre ellas la ortiga que crece alta y la rastrera de una florcita blanca y amarilla, cuyo fruto era como un balón de corcho, la cicuta muy venenosa que a pesar de jugar cortando fideos de distintas formas nunca un trozo a la boca, y un frutito muy rojo y tentador que si probé llamado el ají de la mala palabra (puta parió)  y saborear la uvita del monte. Conversaba con él  sobre los malestares que sufrían las señoras mayores que acompañaban a sus hijos o nietos. Rodajas finas de papa en la frente bajando la sien, para mejorar el dolor de cabeza, pedazo de papel de fumar, ya fumado,  relleno de azufre en la sien para quitar el aire pero tanto una dolencia u otra siempre seguían los medios porotos. En mis diarias charlas le comentaba los males de doña Petrona o de las demás señoras. Además  yo tenía mi propia  tropa de caballos, animal que  admiro hasta el presente y que lamentablemente casi no se ven en el  campo de no ser cerca a alguna remonta del ejército. Mi tropilla la hacia con los zapallitos amargos de formato alargado, las cuatro patas con ramitas de algarrobo, la cabeza con  el más chico, mi caballada se distinguía por ser chupina, la madrina llevaba como distintivo colgado al cuello el cencerro y una plumita blanca, me entretenía con ellos.
El rancho de don Santos , como todos los otros, tenía   en su construcción,  el pozo siempre rectangular , no calculo las medidas, saliendo afuera dos o tres escalones ,  cuatro palos de algarrobo con una horqueta en cada punta enterrada en el suelo, las puntas lisas las horquetas hacia arriba y a lo largo un palo recto por todas las horquetas siempre sobresaliendo un pedazo, en cada lateral unos yuyos altos de muchas hojas y tallos flexibles, no recuerdo su nombre,  tirándole encima paladas de tierra que aún permanecía húmeda,  que durante la primera llovizna o escarcha de las heladas las endurecerían. Casi siempre las construcciones estaban  iluminadas por la luz natural del sol,  la luna, y  la lumbre del fuego,  en la entrada de algunas casas  por luz de vela o un farol que funcionaba a kerosene y mecha, con una manija,  al que le cruzaban su tubo de vidrio para preservarlo del  fuerte viento y lluvias , a veces también de la piedra. Durante las veinticuatro horas  el fuego permanecía encendido no permitiendo así la entrada de alimañas. 
 En mi hogar hablaba con mis padres, tíos y amigos que venían de Italia, el piamontés,  saliendo afuera, el idioma de este país aprendiendo simultáneamente la forma de hablar y expresarme , es  así que  mi acento  es piamontés.
Los árboles se hachaban en invierno que es la estación que los árboles están sin hojas. Había un hachero don Cirilo, hombre solo, que se quedaba en época de calor y se dedicaba a quemar carbón de primera calidad, llevando siempre puesta una camiseta de mangas cortas para evitar picaduras de moscardones verdosos que,  al picar y poner huevos se convertían en queresas, las mismas serían devoradoras,  yo había visto curar caballos de lo mismo, le sacaban los bichos con un pedazo de alambre y las untaban con grasa de carro negra.
Don Cirilo fue picado por estos moscardones en la espalda. Me decidí curarlo, saqué del botiquín de la Agrícola vendas,  algodón en una botella pequeña,  creolina Manchester, partí caminado hacia Don Cirilo y manos a la obra. Se quitó la camiseta, le revisé la herida estando llena de gusanos blancos, con un pequeño hisopo de algodón lo fui limpiando, lo lavé bien con otro algodón, una mezcla muy liviana de creolina y con trozos de gasa le puse pequeñas compresas de la mezcla preparada y viendo que lo podría hacer, según mi criterio, solo le dejé instrucciones para curarse, partí caminando muy tranquila y feliz.
También sé como se desuella una vaca y se cuerea para su posterior consumo, estaba un joven haciendo su trabajo y yo observando al llegar a una pata trasera me dice “Duro el pato para pelar ”, contestándole yo “más duro me parece la pata para pelar”, episodio éste que muchos años más tarde le dijo a mi padre dígale a la niña Ñata que sigue siendo más dura la pata para pelar.
Caminando con mi madre viendo las gallinas, pollitos, chivas a mamá le llamó la atención un chivo, el que estaba  atado con  una cadena al cogote muy larga  a un algarrobo. Mi mamá caminaba un tanto distraída haciendo calzeta, de pronto el chivo empezó a correrla y yo le grité ¡corré lo más rápido que puedas  alrededor del árbol! y  en corto plazo se estrelló contra el mismo,  quedando un tanto atontado.
Continuando con Don Santos a veces, me iba sola hasta su rancho, invitándome a comer, lo que  consistía en medias galletas fritas en una sartén en pedacitos de grasa de vaca llamada de pella, los que serían unos ricos y crocantes chicharrones acompañándolos a veces con puchero o asado.
En mis repetidas caminatas que me llevaban a Don Santos siempre seguida por mi fiel Violeta llevaba en brazos una muñeca de trapo blanco, ojos negros, labios rojos, cejas negras y viéndola muy linda pero sin cuerpo, únicamente la tela que colgaba, poniendolé yo como cuerpo una botella de gaseosa llamada chinchibira cuyo vidrio era muy grueso la cerraba herméticamente una bolita de vidrio, tanto me gustaba esa bebida que en el boliche de los Zorros un sodero de La Playosa Don José Caffaratti le decía al bolichero,  bebida para mi futura nuera Ñata.
Esa botella era el cuerpo de mi muñeca Chita. Un día cualquiera salí al camino que me llevaría al pueblo al encuentro de mi papá que me traía galletitas llamadas Mu- Mu cubierta de glacé rosa, las cuales  tenían distintas formas,  animalitos, flores hasta la forma de un niño. Solía traerme a veces unos caramelos que formaban unos pimientos chicos verdes, amarillos o rojos,  el tallo para sostenerlos y poder chuparlos era un palito blanco muy bien endurecido llevando escrito en su interior una adivinanza la cual Don Santos me leía y,  a su manera simple, me hacía entender. Un día Don Santos venía hacer sus compras cotidianas preguntando a mi mamá Doña María, Ñata no vino de visita, comentándole mamá, hace rato andaba dando vueltas por el patio, empezaron a llamarme  y también a Violeta,  nadie respondía.
Se entraron a preocupar, preguntando a las pocas personas que andaban por ahí en ese momento. De pronto mamá les dice suban al molino desde ahí miren el camino que va a Los Zorros, desde ahí pueden divisar a ella y a su Violeta y  la  larga cola de perras más grandes. Así fue, me vieron hecho ya un largo camino,  y seguida de la larga cola de perras. En esa caminata debo haber hallado un pequeño pedazo de loza o mayólica la que empecé a juntar en ese minuto y lo hice por varios años con tanto entusiasmo y  alegría.  Por ese camino  encontré a una joven  y bella  señora de ojos muy claros, una tez que sentía al besarme  tan suave como sentir en la boca la misma suavidad y ternura que al rozar la boca el pétalo de una rosa roja. La señora, era la esposa del panadero, y tenían en su casa,  un lindo mate de pie  de loza, y en relieve tenía un pensamiento violeta y amarillo en varios matices ,  tanto me agradaba que en mi entusiasmo por tenerlo fui una egoísta total llegando al punto de querer que  se rompiera para poder llevarme uno o varios pedazos  que acrecentarían  a lo que  yo les llamaría mis platitos.
Cuando terminó el trabajo en el que mis padres fueron a Oliva a juntar maíz nos acompañó don Santos, pero empezó el trabajo  duro porque el maíz estaba muy caído.  Mi papá comenzó a juntarlo sin tener la mínima idea como hacerlo, llevaba colgado de la cintura pasando entre sus piernas una larga maleta, creo que por lo menos dos metros o más, en la mano un deschalador, no recuerdo bien su forma,  era de  hierro fino, arandelas de cuero y la punta terminaba con un punzón muy filoso. Mi papá tenía la piel  muy delicada, lastimándose muy fácil, así con las manos llenas de sangre por los cortes de la chala muy seca, llevándome a mí de contrapeso sentada sobre la maleta, a  cada rato se paraba y decía en alta voz si el gringo Roasio se pierde no lo busquen nunca más juntando maíz. Terminó su trabajo con mucho esfuerzo y sudor a pesar del fuerte frío.
En ese lugar conocí a doña Fernanda, paraguaya,  mujer morena y alta con cabello oscuro y rizado, una dentadura muy brillante. Tenía una voz muy dulce, cantaba canciones quizás algunas  en guaraní. Ese mismo año hubo una de las más terribles  invasiones de langostas, devorando a su paso todo lo que se pudiera comer; desde las prendas de ropa hasta la corteza de los árboles.

……..Enfrente de nuestra casa había una familia cuyos padres eran Marquellanos, creo que de  la parte llamada Marina, siendo población muy supersticiosa. Ví como en pleno invierno y noches estrelladas entre rezos y salmos sacaban una chapa de zinc del techo para darle el alma de Mario, su hijo más pequeño, a dios y que se elevara más rápido, y  volara directamente al cielo. Larga espera y en dura y lenta agonía su último hálito de vida volara en un suspiro al infinito. Noche alucinante entre el brillo de las estrellas y el grito de las aves nocturnas y agoreras hacía de esos momentos para mí duros y lentos.



[1] Pequeña población  rural distante 45 Km. de la ciudad de Villa María, Cba.1. El trabajo que presentamos intenta dar cuenta de las posibilidades que tienen ciertas prácticas discursivas para construir identidades. A tal fin, analizaremos un relato de vida producido por un informante adulto mayor, a partir de las experiencias como niña desde Italia natal hasta Argentina, y sus primeros años en la zona rural de Villa María, Córdoba.

2. La problemática de la identidad ha tenido, en los últimos años, una expansión significativa, ‘impregnado’ buena parte de los estudios en Ciencias Humanas y Sociales. Así, han cobrando importancia, tanto las “identidades étnicas, regionales, lingüísticas, religiosas, (…) [como] los nuevos espacios (…) de las identidades políticas (…) las nuevas ciudadanías, (…) culturales, sexuales, de genero “(Arfuch, L.2005:24).
Problematización coadyuvada por las reflexiones emergentes del contexto general de la llamada postmodernidad ...

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