Buscar este blog

sábado, 14 de febrero de 2009



Presentación libros de Augusto Porporato

Por: Fabián Gabriel Mossello



Buenas noches, ante todo también quiero agradecer a todos los que se han acercado a este espacio cultural para acompañar junto a Augusto Porporato a la presentación de su novela La Crisálida. Así, el motivo de esta noche es doble. Por un lado, dar la bienvenida a Augusto a este espacio, conocer al escritor y poder charlar con él y sobre esos caminos y laberintos que significa la creación literaria; el otro motivo es la literatura, esa viajera que nos visita de vez en cuando para volvernos, tal vez por un rato, más humanos. 
Como ya nos había acostumbrado Augusto Porporato en otra de sus escrituras, Punto de fuga, un trabajo que reescribe el camino del músico Paganini en clave de una historia actual de alguien que se inicia en los misterios de la música, en La Crisálida, la doble dimensión de las historias vuelva a aparecer, aunque con otras representaciones y otro trabajo con el lenguaje y la técnica. Así La crisálida juega al diálogo, en aparente desconexión, entre el mundo arcaico, aquel de unos hombres primitivos iniciándose en los rituales de la vida y la muerte, y un sanatorio psiquiátrico en la década de los 70’. Es decir desde las primeras líneas se abren estos mundos en apariencias disímiles, con sus lógicas narrativas dejando al lector un trabajo de desciframiento intenso a medida que avanza la trama.

En este juego de espejos, La Crisálida es una novela compleja, intensa en su trama mágica, onírica y simbólica. Todo, o casi todo es simbólico: el Instituto, los enfermeros, el doctor Schultz, Vicente, Méndez, la Secretaria, los habitantes de las chozas. La trama da giros, avanza, retrocede, se espeja, se refracta; por momentos entramos como lectores en esos remolinos, en otros salimos y vemos desde ciertas alturas los meandros de una narrativa intrigante, densa. Por esto, la novela se desenvuelve como un rizoma estético complejo.
 Una de los primero recursos de la novela es su puesta en abismo, la especularidad de las escrituras. Narrador dentro del relato que escribe algo también llamado La crisálida: “Ernesto Shultz empezó a escribir un año antes época en que nació la idea que cambiará la historia de la psiquiatría, mejorando la calidad de visa de los desdichados” (22).
En ese juego de las escrituras dentro de otra escritura, el proyecto de la Crisálida se va tejiendo en los sucesivos capítulos. Enfermos, delirios, enfermeras despachando pócimas y la enigmática Secretaria con besos y miradas, conforman una colección de actores de los que sólo conocemos unos nombres. Metonimias de un espacio-enigma, del cual vamos vislumbrando tramas secretas, múltiples mensajes dejados en anotaciones, papeles puestos en los bolsillos, fragmentos de unas escrituras que debemos armar para saber qué es La Crisálida.
En forma intercalada, como contrapunto del relato actual de la clínica, la otra historia, la del mundo arcaico de Orc, Mori, Uru se expande en múltiples historias que involucran a unos actores naciendo al mundo a través de las primeras palabras de un lenguaje recién aprendido, las primeras escenas del nacimiento, del miedo a lo desconocido, de la muerte. Es decir, la novela nos lleva, en este vaivén narrativo, por dos escenarios que parecen tener unas lógicas independientes.
Pero la novela depara sorpresas, claves dejadas por el narrador en cada recoveco. Como en otras series literarias, junto a escritores de nuestra narrativa contemporánea latinoamericana como J. E. Pacheco, Cortázar, Onetti, el problema de las escrituras en abismo, el de mundos contenidos en otros mundos, y los juego de dobles, La Crisálida plantea un desciframiento lento que se hace apelando al contexto. Ahí es donde el espacio político juega un papel decisivo en tanto esos “hombre y mujeres encerrados en un micromundo” como dice Teresa Andruetto en la contratapa de la novela, se anclan en el contexto de la última dictadura militar. Los hilos de la trama política y social, entonces, conducirán al lector en un proceso epifánico a través del cual, aquello en apariencia desdoblado en dos escrituras, guarda relaciones por múltiples índices dejados en los pliegues de la trama.
La dictadura es una sombra que se desliza, sus campos de experimentación y exterminio, la locura de las ideologías de la muerte. Dice Schultz “La Crisálida sólo era una idea que mantenía en secreto, estaba almorzando (…) Era a principios de 1976, cuando la agitación política anticipaba violentos cambios en el orden institucional. Había una sociedad que aguardaba algo inminente” (67). Y más claves que avecinan sentidos a las historias paralelas: “Sombras. El nuevo orden que otros llaman dictadura subió al poder el 24 de marzo de 1976 (…) Fue entonces cuando empezó a leer a Jung”.
Esta conexión con el pensamiento de Jung abre una de las claves del texto, en tanto aquellas imágenes de un mundo arcaico, colmado de símbolos de la vida y la muertre, de la procreación y los alimentos, se debe leer en clave de los desarrollo en los simbólico que Jung aporta en esa mezcla rara entre psicología y antropología. Pero también, ese trasfondo erudito abre en La crisálida la trama hacia la acción de Schultz, su proyecto que el lector irá vislumbrando cada vez con mayor nitidez “aquel hombre despreciado por la psiquiatria moderna actúo como bálsamo para él”.
De este modo, la locura de los internados, sus espasmos alucinatorios, se ligaban con las lecturas de lo símbolo. La locura es un modo de pasaje hacia lo arquetípico, que Jung representa a través de los símbolos originarios: “la culpa era de Jung o de esos sueños que lo visitaban desde que había empezado a leerlo” y eso otro político que se vislumbra como parte de una trama siniestra.
De algún modo el lector va tejiendo esas conexiones en un tripticos que cada vez se hace más claro: Mundo arcaico- Locura- Dictadura comienzan a ser parte de un campo de tensiones. Jung ilumina los tratamientos para los pacientes ¿De qué estamos hablando?
En clave de un develamiento progresivo asistimos a la resolución del enigma. La Crisálida es un texto que escribe el propio Schultz como metáfora de otros proyectos del exterminio. Como contrafondo de las operaciones que la Dictadura ejecuta en el afuera del manicomio, este se ha convertido, al mejor estilo de los campos de extermino de la ss o los alucinatorios experimentos de Menguele, en un lugar de la muerte. Así, la cronología de la novela se decide en relación a esa segunda historia especular que se escribe, homónima y que indica el proceso de inicio del experimento: “muñecas rusas, cajitas chinas, (…) una historia dentro de otra (…) Solo puedo contar lo que he decidido que pueden saber”.
Al final sabemos qué ha sucedido, qué va a acontecer en esa transformación –de una crisálida existencial, histórica, ideológica-; en esa metamorfosis inminente del mundo, pero no lo contaré así ustedes leen el texto y hacen su recorridos. La Crisálida es una novela que invita a reflexionar sobre la escritura de ficción, la locura, y la historia reciente en nuestro país. Una novela que invita a releerse varias veces por el intenso proceso de escritura que despliega. Una novela que seguro atraerá al lector atento y deseoso de escrituras que se alejan de las simplificaciones a las que nos ha acostumbrado la narrativa literaria actual. 
Los dejo con el escritor que seguro tendrá muchas más cosas por decir.
Muchas gracias


Fabián Gabriel Mossello
Mgter. en Literaturas Latinoamericanas. U.N.C.
Especialista en Lectura, Literatura y Educación. FLACSO.
TE.0353154012281
blog. http://fabianmossello.blogspot.com    
Universidad Nacional de Villa María. Córdoba Argentina.