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lunes, 18 de julio de 2022


 https://socialesinvestiga.unvm.edu.ar/ojs/index.php/socialesinvestiga/issue/view/31/38


COMPARTO EL ARTICULO EN LA REVISTA SOCIALES INVESTIGA: " VIOLENCIA DE GÉNERO EN NOVELAS NEOPOLICIALES ARGENTINAS".

Revista Sociales Investiga

Sección: Avances de investigación 


Violencia de género en novelas neopoliciales argentinas

Femicrímenes en Los que duermen en el polvo y La soledad del mal de Horacio Convertini

 

Autor. Dr. Fabián G. Mossello

Docente Regular Teoría y Crítica Literarias

Universidad Nacional de Villa María

fmossello@gmail.com

 

Resumen

Este trabajo realiza un recorrido por la estética neopolicial y sus maneras de representar el delito. Dentro de este género nos interesa un tipo particular de agresión tematizada por la literatura policíaca y que tiene como escenario la violencia ejercida sobre mujeres. Existen violencias gestadas o consentidas por las instituciones estatales que se manifiestan, muchas veces, como acciones de represión y corrupción. Pero, también, hay violencias acaecidas en espacios privados, invisibles a los registros oficiales y que se hacen presente sólo cuando la desmesura del hecho ‘perfora la membrana’ del ocultamiento y se hace pública. La violencia de género es una de estas formas que se hace visible, muchas veces, solo cuando se convierte en femicidio. La literatura neopolicial ha registrado la temática del femicidio para construir la denuncia a un suceso que desborda las reglas que explican la dinámica social. En este artículo desplegamos un análisis de las representaciones de la violencia en Los que duermen en el polvo y La soledad del mal de Horacio Convertini, ejercicios literarios novedosos en el uso de los géneros literarios y la construcción del misógino solitario atravesado por la esencialidad del mal.

 

Palabras clave: literatura- neopolicial- representaciones- violencia- femicidios

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Gender violence in Argentine neopolitical novels

Femicrímenes in Those who sleep in the dust and The loneliness of evil by Horacio Convertini

 

Summary

In this work, we take a tour of the neo-police aesthetic and its ways of representing crime. Within this genre, we are interested in a particular type of aggression themed by police literature and which is set against women. There is violence conceived or consented to by state institutions that often manifest themselves as acts of repression and corruption. But there are also acts of violence that take place in private spaces, invisible to official records and that are present only when the excess of the act "pierces the membrane" of concealment and is made public. Gender violence is one of these forms that become visible, many times, only when it becomes femicide. Neo-police literature has registered the subject of femicide to build the complaint of an event that goes beyond the rules that explain social dynamics. In this article we deploy an analysis of the representations of violence in Los que duermen en el polvo and La soledad del mal by Horacio Convertini, novel literary exercises in the use of literary genres and the construction of the lonely misogynist crossed by the essentiality of evil

 

Keywords: literature- neopolicial- representations- violence- femicides



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Violencia de género en novelas neopoliciales argentinas

Femicrímenes en Los que duermen en el polvo y La soledad del mal de Horacio Convertini

 

I.

Un punto de partida

El trabajo que proponemos supone un recorrido por la estética neopolicial y su particular manera de representar el delito. Dentro de este espacio genérico nos interesa reflexionar sobre un tipo particular de agresión que viene siendo tematizada por la literatura policíaca y que tiene como escenario la violencia, sobre todo la ejercida sobre mujeres, en el contexto de lo que hoy se denomina violencia de género.

La violencia es un concepto ambiguo que incluye una multitud de variables, entre ellas la amplia variedad de códigos éticos y morales que existen en las distintas culturas del mundo. Como todos los conceptos, la idea de la violencia supone una red histórico-ideológica que la contiene y define, de tal modo que lo que para unas sociedades es justicia para otras es uso del poder y fuerza en desmedro de la libertad. De esta manera, lo que se cuenta en la literatura y puede ser interpretado como violento, debe ser anclado en sistemas de valores relativos a contextos históricos, sociales y culturales.

La violencia es un tipo de acción compleja que puede desplegarse en múltiples escenarios. Etimológicamente es el uso inmoderado de la fuerza (física o psicológica) por parte del violento o agresor para lograr objetivos que van contra la voluntad del violentado o víctima. Así, los

tipos de violencia más comunes son la física, psicológica, emocional, verbal, sexual, espiritual, cultural, económica y laboral. Cada una se manifiesta de una forma particular y tiene unas consecuencias características” (León, 2020: 63). 

En este sentido, existen violencias gestadas o consentidas por las instituciones estatales que se manifiestan, muchas veces, como acciones que tienden a favorecer la represión, el uso parcial de las leyes y la corrupción (que es una forma de ejercer la violencia sobre el patrimonio de una Nación). Pero, también, hay violencias acaecidas en espacios privados, invisibles a los registros oficiales y que se hacen presentes sólo cuando la presión social, la denuncia y la desmesura del hecho ‘perfora la membrana’ de los ocultamientos y se hace pública. La violencia de género es una de estas formas que se hace visible muchas veces cuando es demasiado tarde y se convierte en femicidio.

 

 

 

II.        

La novela neopolicial: crítica social, política e ideológica

Un aspecto destacado en las series neopoliciales es el relacionado con la crítica social, política e ideológica que realizan estas narrativas, a través de la inclusión de temas que muestran situaciones de connivencia entre Estado y crimen organizado. Así, en esta referencia a cuestiones políticas y sociales, el enigma se disocia del crimen, ya que aquel no siempre está vinculado directamente a una muerte. Temas como la trata de personas, asociaciones mafiosas, narcotráfico y corrupción son mostrados muchas veces en estas narrativas latinoamericanas y puestos en primer lugar antes que el misterio de una muerte ya acaecida (como en la tradición de enigma) o el ‘simple hecho de matar’ enfatizado por la serie hard-boiled. Como refiere Taibo II, a través de la crítica de Noguerol Jiménez (2010), el neopolicial

privilegia el contexto social y, como consecuencia, deja el misterio por resolver en un segundo plano. Ya lo señala José Daniel Fierro, el escritor metido a policía que protagoniza La vida misma (1988): el neopolicial es una novela de crímenes muy jodidos, pero lo importante no son los crímenes, sino (como en toda novela policíaca mexicana) el contexto. Aquí pocas veces se va a preguntar uno quién los mató, porque el que mata no es el que quiere la muerte. Hay distancia entre ejecutor y ordenador. Por lo tanto, lo importante suele ser el porqué (Taibo II, 1988:144).

Este privilegio del contexto social en el neopolicial por sobre el enigma a resolver que enfatiza el policial clásico, provoca un interés mayor por la razón, la causa, el porqué del crimen, porque el autor, el ejecutor del delito, suele diferenciarse del ideólogo o de quien manda a matar. Un ejemplo es la novelística de Mempo Giardinelli, como Luna caliente (1983) o Qué solo se han quedado los muertos (1985). En otros ejemplos, el asesinato aparece gratuito o se caracteriza por la gratuidad y la irracionalidad y se explica por el contexto político. Es el caso de la novelística inscripta en tiempos de la dictadura cívico-militar del 76’ en Argentina o de la dictadura de Pinochet en Chile. Así, muchas novelas del neopolicial centran su atención precisamente en denunciar el horror vivido en momentos del terrorismo de Estado. Es lo que ocurre con el chileno Ramón Díaz Eterovic, quien aborda el tráfico de hijos de desaparecidos en Nadie sabe más que los muertos (1993).

Este aspecto que llamamos la dimensión delativa adquiere una relevancia central en estas novelas escritas en las últimas décadas, lo que significa una modificación del sentido “epigonístico” referido por Lafforgué y Rivera (1982) sobre la naturaleza imitativa de buena parte de la narrativa policial argentina respecto de sus maestros ingleses, franceses y norteamericanos. Los neopoliciales latinoamericanos y argentinos en particular introducen, en un número importante de sus novelas, la dimensión crítica al contexto social y así salen del mero ejercicio literario o preceptivo de reproducir una matriz literaria, para proyectarse hacia lecturas del mapa societario contemporáneo y elaborar, en muchos casos, hipótesis ficcionales de resolución de sucesos delictivos que involucran al Estado y el crimen organizado. 

Lo delativo se encuentra interconectado a otros rasgos que hacen a las especificidades del neopolicial delimitadas por críticos tales como Pazskowski (1999), Piglia (1979), Taibo II (2000), Giardinelli (1990) y Monsivais (1973), entre los más destacados. Así, podemos indicar constantes en dicha literatura:

 

•          Presencia de detectives no siempre profesionales, sobre todo amateurs, impulsados a investigar por razones que sobrepasan lo meramente económico y que involucran, en muchos casos, motivos de orden personal.

•          Búsqueda de la verdad como teleología de un sistema gnoseológico más amplio, que excede el mero ‘saber sobre’ o ‘descubrir algo’, para incorporar problemas éticos y axiológicos.

•          Un crimen que casi siempre es explicado a través de recorridos investigativos complejos, en los que se combinan estrategias profesionales con recursos y saberes extraídos de las rutinas hogareñas, laborales, familiares, entre otras.

•          Un trabajo intenso con otros textos, no solo literarios. Los neopoliciales se destacan por sus relaciones intertextuales e interdiscursivas, tanto con textos y discursos del mismo campo literario, como con otros lenguajes, soportes y disciplinas. No es menor la relación con el cine negro y de acción, con la historieta y los superhéroes de cómic, con el teatro, con la historia y el psicoanálisis, entre otras muchas posibilidades.

•          Presentación en los enunciados de una criminalidad ligada, con frecuencia, a delitos de connivencia entre Estado y crimen organizado.

•          Por último, y en consonancia con el tema de este artículo, estas narrativas plantean escenas públicas y privadas de violencia –como veremos en el caso a analizar- como una marca identificatoria de los tiempos que vivimos. Violencias policiales, violencias sociales y violencia familiar, violencias sexuales, entre otras. 

Las escrituras neopoliciales latinoamericanas constituyen un espacio de escrituras comprometido con la realidad que, desde los años setenta hasta nuestros días, han reflejado las facetas más oscuras de la condición humana cargándose de “pesimismo para denunciar la corrupción omnipresente en unas sociedades en las que triunfa, definitivamente, el asesino” (Noguerol Jiménez, 2010: 36).

La literatura neopolicial, es sabido, ha desplegado una mirada sobre la violencia en Latinoamérica en tanto plantea, como hemos referido, una distancia entre ejecutor y ordenador. Por lo tanto, lo importante suele ser (no quién mató sino) el porqué” (Taibo II, 1988: 144). Ese porqué es clave en nuestra reflexión y tiene que ver con los inicios del espacio literario de la novela negra. Desde sus orígenes, Chandler enfatizó la perspectiva del detective, siendo Marlowe el paradigma del investigador profesional. Elvio Gandolfo comenta que en Argentina y, por extensión sin equívocos en Latinoamérica: “han copiado o tendido a reproducir una parcela pequeñísima [de las series policiales negras y de enigma extranjeras] (…) Exagerando, podría decirse que no han elegido una corriente, ni un autor, ni una obra, sino un personaje: Philip Marlowe” (Gandolfo, 2007: 160).

Frente a este panorama dominado por el investigador, el género neopolicial complejiza la focalización narrativa al introducir otras perspectivas para contar. Es el caso de la novela de la víctima (contar desde la víctima) o el victimario (asesino serial, ocasional, por encargo, entre otros). Esto supone la ausencia de una figura reparadora como la del detective y la trama del policial, sobre todo la de la serie negra, se hace intensa, más cercana al thriller, por su dinamicidad y capacidad de despertar el suspenso. Así, el enunciatario tiene una visión desde adentro de la mente perseguida o perseguidora, con incremento considerable del suspenso o ‘adrenalina narrativa’ y una subjetivación de la trama. La verdad, en estas narrativas, y el núcleo de problemáticas que origina el suceso se plantean como una teleología personal del actor o de los actores. Por lo que, en estas nuevas escrituras del crimen, el enunciatario es manipulado con mayor intensidad que en otras, para buscar adhesiones afectivas (en el caso de las novelas de la víctima) o rechazos y sentimientos de venganza (en el caso de las novelas desde el victimario).

La narrativa neo de los últimos años, ha revitalizado la perspectiva desde el victimario, sobre todo en aquellos escritos que han tomado la temática del femicidio para hacerla material estético y construir la denuncia a un suceso que desborda las reglas que explican la dinámica social. Muchas de estas nuevas narrativas policiales muestran a la mujer como parte de un sistema de referencias al género en el que hombres (mayoritariamente) ejecutan acciones de opresión sin llegar al crimen. En otras, la relación coercitiva deriva, indefectiblemente, en asesinato. El artículo que presentamos despliega un análisis de las representaciones de la violencia contadas desde el victimario en dos novelas del nuevo policía argentino -Los que duermen en el polvo (2017) y La soledad del mal (2012) del escritor Horacio Convertini.  

 

III.

Novela y representación de la violencia

La soledad del mal es una novela hard-boiled multipremiada, tanto en el Festival Azabache, Mar del Plata (2012), como en ¡Ban!, Buenos Aires Negra (2013), además de en la Semana Negra de Girón en España. Su autor logra poner el foco narrativo en el victimario, que también, y antes de ser asesino serial, fue víctima, en un oscuro contexto de colegios con internado y curas pedófilos. Dialogando con el Borges de La casa de Asterión o El fin, Báez Ayala, el protagonista, es asesinado en manos de quien, al descubrirlo, le dará una muerte liberadora.

León, A. (2020) comenta sobre esas “violencias (que) se han gestado muchas veces en entornos institucionales como lo son los orfanatos, internados, cuarteles y otras instituciones”. Báez Ayala se educó en un internado.

Convertini plantea una encrucijada en esta novela en tanto Báez Ayala, femicida serial, es víctima de un sinnúmero de violencias y victimario de mujeres, al mismo tiempo. En tanto asesino detesta a solteronas, calentonas, santurronas e histéricas, es decir, rechaza un colectivo amplio de actores femeninos con características diversas y hasta opuestas. 

A partir de esa cuádruple calificación de posibles mujeres víctimas, Báez toma nota detallada de la conducta femenina a manera de un psicópata meticuloso que utiliza papel y “una estilográfica de oro” (Convertini, 2012: 12). Una personalidad de dandi solitario, anticuado, formal; una mascarada con altas dosis de cínico e hipocresía. Ayala odia a las mujeres y, sobre todo, a esas que ha calificado de alguna manera como las que merecen morir:

 

Báez Ayala no mataba a cualquiera. Mataba a alguien particular en un momento particular de su vida (…) le roía el alma hasta forzar el punto de quiebre que le diera sentido a su muerte (Convertini, 2012:14).

 

La víctima central de la novela es Valeria, traductora de inglés´, sin hijos, que vive en un departamento contiguo a Ayala. Será seducida y luego rematada con un cable de 200 libras en su propio cuarto. Se configura como víctima en tanto cae dentro de la tipología: sumisa, indefinida sexualmente, manipulable y sin un horizonte existencial demasiado claro y, más bien, signado por la monotonía.

La segunda víctima, Elena, es una mujer de mediana edad que conoció en Villa Gesell, una mujer que al verla “sintió lástima por ella” (Convertini, 2012:24). Como un animal nocturno de caza, el femicida se autodefine como un cazador, que “puede predecir el comportamiento de la presa” (Convertini, 2012:24). Elena corre y entrena en la playa, mientras la mirada de Ayala descansa sobre detalles del desprecio que asocian gordura con fracaso, alguien que odia a una mujer por sus “derrumbes de colgajos de celulitis” (Convertini, 2012:25), y que tiene un marido “desagradable, petiso, gordo” (Convertini, 2012:25). El psicópata ha “encontrar (do) a la víctima adecuada que mereciera la pena” (Convertini, 2012:29). Elena es asesinada con veneno, una vez que ha sido seducida.

El psicópata mata porque ha perdido todo y, sobre todo, sus afectos. Esto arma una psicología de sujeto vacío, con mucho odio y dinero que actúa movido por una pulsión asesina, cuasi religiosa al decir: “fue entonces que lo advirtió por primera vez. Un destello de claridad (…) Él lo haría. Liberar a la gente de sus padecimientos. Acaso fuera su misión en la tierra” (Convertini, 2012:41).

Esto configura una de las notas clave en los casos de femicidio tratado en muchas novelas negras: el problema del mal. Una dimensión luciferina de un sujeto que se autocalifica como alguien que odia al otro y que solamente se regusta en su propia soledad. Como muchos personajes borgeanos - el Minotauro en La casa de Asterión-, Báez Ayala tiene una carga culposa y asesina que no cesa y de cuya liberación solo está su muerte que acaece al final de la novela de la compañera de Valeria y futura investigadora, Laura Dillon. Ayala es el sujeto femicida estratégico como muchos casos de violadores, pero resignificado como femicida serial mesiánico que pone orden con sus muertes a un mundo supuestamente impuro representado por mujeres débiles con vidas vacías, dolorosas, etc. Su performance supone penetrar primero su alma (para luego darlas) vuelta como un bolsillo para descubrir que mierda le pasaba” (Convertini, 2012:49).

La soledad del mal es una novela que complejiza las relaciones interpersonales. Valeria es seducida y asesinada. Por ello es objetivo del psicópata. Dillon, en cambio, es aquel tipo de mujer que puede atacar al victimario por donde no se lo espera. En su doble rol de investigadora y vengadora (a la manera de Bella en Le viste la cara a Dios de Gabriela Cabezón Cámara) se sobre-impone al mal, mata al femicida y produce un cierre catártico al final de la novela.

La segunda novela de nuestro trabajo, Los que duermen en el polvo, tematiza el problema de una ciudad fantasmal, Buenos Aires, convertida en espacio invadido por zombis. Una ciudad que se ha replegado a partir de una muralla en el barrio de Pompeya, manejada por el ejército y el Estado Argentino. Allí, el personaje central de Jorge sobrevive en ese sitio amurallado. En medio de esta invasión, la mujer de Jorge ha desaparecido. Los hechos apuntan a que se ha cometido un femicidio.

Distintos tipos de mujeres aparecen en el escenario de la historia: Érica, la esposa de Jorge, Mónica, su compañera en la fortaleza, una vez desaparecida Érica. Así, Mónica “un gorrión chiquito, eléctrico, con alma de nena de colegio secundario muy diferente a Erica”) (Convertini, 2017:6) es el objeto del deseo momentáneo de Jorge, “un hombre de cincuenta años oscurecido por una pérdida terrible en un mundo agonizante” (Convertini, 2017:7). Esta tensión Mónica/Érica es significativa a la hora de configurar dos modelos femeninos en la novela. 

Desde la primera persona, aparecen esas configuraciones de mujeres como objeto de deseo. Jorge es un fracasado que ha dejado que su esposa se ahogue. Sin embargo, recuerda su cuerpo como eso inalcanzable y, al mismo, tiempo insustituible: “caderas fuerte, tetas de nodriza (…) matrona yerma de cuerpo blanco por el que no había pasado el cincel de la educación física (…) Me gustaba su piel blanca y sus ojos. Y esos labios” (Convertini, 2017:8).

Sin embargo, como el personaje del Desierto y su semilla, de Barón Biza, mata para evitar la separación. Ante la imposibilidad de frenar el adiós, eligen eliminar al sujeto deseado y quedarse con una construcción fantasmal entre la sexualidad y la añoranza. Ese fantasma, evocado desde la culpas por el femicidio, es también signo de una posesión exclusiva del asesino, “si no estás conmigo no estás con nadie'', reza el ‘instructivo’ femicida.

La tensión Erika-Jorge es significativa. Hay un juego tenso con la sexualidad, como un vínculo dominado por las mujeres. Como sucede con Laura Dillon en La soledad del mal, algunos personajes femeninos tienen la iniciativa y manejan el juego de los cuerpos. Jorge sólo pide y espera y “después de largas temporada de abstinencia a la que lo sometía (…) podía imaginar las razones del amor de Mónica, pero nunca había podido imaginar las razones de Érica” (Convertini, 2017:8). Una independencia que Jorge percibe como enigma a la manera del personaje de Alejandra en la novela emblema del existencialismo argentino, Sobre héroes y Tumbas, de Ernesto Sábato. Érica despliega sus pensamientos de manera personal e independiente; le dice a Jorge: “Yo te amo. Ahora. En este momento, con locura y a mi modo. Si no te hubiera dejado hace años” (Convertini, 2017:9). Independencia y autosuficiencias que hacen cultivo de todo lo que vendrá en la novela.

Érica es universitaria, una investigadora y, particularmente, una amante del problema de los géneros. Una luchadora por la problemática de la mujer que la lleva a convertirse, de alguna manera, en una militante feminista que va a enfrentarse ideas planteadas por Jorge. Asimetría genérica que se plantea como parte de un sistema axiológico que pone el foco en un problema relacional en tanto “ella nunca explotaba del todo (...). Su superioridad sobre mi” (Convertini, 2017:17) dice Jorge, es evidente. Asimetría que funcionará como fuga pasional y clave del crimen. Esa superioridad supone el planteo de un esquema de fuerzas que en la novela será resuelto a través de la eliminación de uno de los polos; en este caso Jorge dejará que Érica se ahogue en un río del sur de Argentina. 

El cierre del crimen es una escena que interesa fundamentalmente en este trabajo y que se desarrolla en diferentes lugares de la novela. Corresponde a ese momento de distracción en el que Jorge y Érica están descansando en Palermo Aike, Río Gallegos. Reseña que se reconstruyen desde diferentes momentos, como si una cámara tomara instantánea pero desde diferentes ángulos desplegando un punto de vista narrativo que da volumen a los acontecimientos: “nos sentamos en reposeras a leer (...) Érica me dijo que se iba a caminar, tal vez a nadar” (Convertini, 2017:45). Episodio contado varias veces en la novela para agregar aspectos que arman una trama entre lo que podría ser un suicidio, motivado por ese desgano pandémico o un femicidio, a través del abandono de la persona que se está ahogando:

 

Y me digo (…) (debo) acudir al grito acaso con algo más resuelto que una mirada (…) (pero) renace la bronca por la conversación (…) en dos meses me voy a Francia (…) entonces elijo un mundo, el de la novela, y un grito el de la mujer de papel que se derrumba hacia la muerte (Convertini, 2017:54).

 

Una conexión cortazariana con Continuidad de los parques a través de Jorge, que decide, antes el llamado de auxilio de su mujer, seguir leyendo una ficción que también, de alguna manera, actualizaba el grito de una mujer que estaba muriendo. 

La literatura y el policial negro, en particular, elaboran dispositivos explicativos en el orden psicológico, social, cultural e ideológico de lo que guía la mente asesina a hacer lo que hace en el femicidio. Al meterse en la trastienda del crimen, desbarata el horror de las mentes atravesadas por la violencia de género y la intolerancia ante el mundo femenino. Este tipo de operaciones discursivas explicativas se verifican, tanto en literaturas más antiguas, como en las más recientes configurando una tipología de actores femicidas caracterizados por el fracaso y la impotencia. Desde el Jorge Luis Borges de La intrusa, pasando por El desierto y su semilla de Barón Biza, para llegar a Las extranjeras de Sergio Olguín y las dos novelas de nuestro análisis, en una serie posible, podemos delimitar ciertos aspectos que configuran una matriz preceptiva y perceptiva dentro del subespacio de novelas negras de género.

En todos los objetos literarios referidos, la violencia es estructurante de la trama. A modo de cierre de algunos conceptos, planteamos una taxonomía de violencias en el marco del delito de femicidio. A partir de nuestro corpus de lecturas proponemos tres niveles recurrentes de violencias de género. Así se destacan:

 

  1. Violencias que ejecutan actores serializados con rasgos psicopáticos al modo de Báez Ayala en la novela de Convertini. En estos casos, la modalización del sujeto de hacer victimario está marcada por el poder-hacer a partir de la posesión de competencias en el orden del saber, cultural y económico. El rasgo de psicópata potencia, además, el saber-hacer, a partir de la manipulación de la víctima. En estos casos de violencia, el desequilibrio de fuerzas se canaliza a través de recursos de seducción que incrementa la perversión del victimario hacia ese otro-mujer marcado por la vulnerabilidad.

 

  1. Violencias con base en actores refinados, bajo el rótulo de ‘dandis’ o personalidades de la alta sociedad. Es el caso de Mauricio en la novela de Sergio Olguín, Las extranjeras, y que en el extratexto nos remite a victimarios de ‘guantes blancos’ al modo de aquellos que en la provincia de Catamarca asesinaron a María Soledad Morales. Los crímenes en esta tipología están asociados a violaciones, en tanto el femicidio sucede como manera de ocultar uno o varios delitos sexuales. Aquí las muertes de mujeres son actos de enmascaramiento de acciones diversas de estos sujetos acomodados en lo político, social y económico. La dimensión violenta está modalizada a partir de la conjunción del poder y del saber hacer en el marco de recursos disponibles y que se podrían sintetizar bajo el término influencias. Ser violento en estos casos es síntoma de una impunidad que le permite al asesino sostener la mascarada de hombre acomodado y refinado mientras en las ‘trastiendas’ se ejecutan acciones delictivas. La mujer en esta tipología es objeto de deseo más asociado a la satisfacción sexual, lo que las convierte en actores desechables.

 

  1. Violencias singulares que estructuran femicidios singulares e individuales. Los victimarios aparecen en las novelas signados por la marginalidad, la impotencia de hacer y el fracaso. Este conjunto de propiedades del sujeto agresor configuran la mayor parte de las violencias de género intrafamiliares que resuelven femicidios en el marco de dramas pasionales, angustias económicas, exclusión social. Lo pasional aparece en estas novelas como ‘oscuro laberinto’ en el que los hilos que sostienen la vida se rompen a partir de una voluntad violenta proyectada hacia la muerte. El personaje central en la novela de Barón Biza, El desierto y su semilla, reconstruye este tipo de psicopatía relatando, a través de la autoficción, la destrucción del rostro de su madre (quien luego morirá) en el marco de un divorcio familiar. Jorge, en Los que duermen en el polvo, también comete un femicidio singular movido por la impotencia y el desprecio hacia su esposa.

 

 

 

 

 

 

IV. Conclusiones

 

 

La violencia supone una sintaxis narrativa y social compleja. El actor violento sutura el conflicto apelando al desequilibrio de fuerzas entre agresor y agredido. Así, la violencia se configura a partir del borramiento del otro, suprimiendo la empatía y cosificando las relaciones orientada a un solo objetivo: eliminar a ese distinto-cosa que se opone a mis acciones. De ahí que el femicidio es una de las delictividades que representa con más detalles los elementos constitutivos de esa matriz violenta, en tanto la mujer, devenida en cosa-deseable-desechable, constituye el objeto privilegiado de la sintaxis criminal.

La novelística policial contribuye a mostrar estas formas de la violencia de género y configurar la arquitectura del hacer delictivo. Destino incierto del crimen que la literatura, sobre todo la neopolicial, visibiliza para retratar esta tragedia, la del femicidio, en un mundo en constante reinvención. De algún modo, la literatura se hace cargo de un síntoma, la violencia, le pone palabras, para elaborar hipótesis ficcionales sobre el porqué del crimen de mujeres en el círculo ineluctable de muertes repetido tantas veces como se actualicen las causas.

 

 

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martes, 23 de noviembre de 2021

 


Crisis del Sistema Capitalista en la novela negra hispana 


Índice 

Dedicatoria .......................................................................................7 
Introducción .....................................................................................9
Crisis Alimentaria...........................................................................27 
Empresas transnacionales y el orden agroalimentario global en Crímenes de hambre de Miguel Pajares .............................................29 
Crisis Ambiental.............................................................................45 
La industria minera chilena: Poder corporativo, saqueo y contaminación en La música de la soledad de Ramón Díaz Eterovic................................47 
Crisis ambiental en el contexto del capitalismo: Expropiación natural y urbanización en Verde Oscuro de Alicia Plante...............................61 
Urbanización, capitalismo y destrucción de reservas naturales..............................................................................62
Crimen, ecosistema y capitalismo ..................................64
La enunciación ecológica como denuncia.......................70
Un párrafo final .............................................................72
Crisis Laboral ................................................................................75
Sangre Fashion de María Inés Krimer: Crisis migratoria y la superexplotación del trabajo ............................................................77
Violencia sindical y capitalismo en Cupo de María Inés Krimer .......95 
Crisis Migratoria...........................................................................107
Capitalismo y migración: Violación de los derechos humanos de inmigrantes y refugiados africanos en Aguas de venganza de Miguel Pajares...........................................................................................109 
Crisis de Subsistencia....................................................................123
Subversión del sistema y subsistencia desde una estética picaresca, erótica y grotesca en Instrucciones para robar supermercados de Haidu Kowski...........................................................................125
Crisis Energética...........................................................................141
Crisis ecológica y fin del capitalismo en Cenital de Emilio Bueso...143
Crisis energética, cambio climático y colapso ecológico ..144 
Ecoaldea, la utopía del último-nuevo hombre...............145
Capitalismo-pos capitalismo........................................146
Crisis Política ...............................................................................155
El enfrentamiento del poder económico y el cambio político en Los crímenes de la secta de José Antonio Nieto Solís........................157 
Crisis Cultural ..............................................................................167
Crisis cultural y financiera En la orilla de Rafael Chirbes...............169 
Conclusión........................................................................176
Bibliografía ...................................................................................177


Introducción

 

Es indudable que el mundo entero está experimentando una crisis aguda del sistema capitalista. Este malestar es complejo y se evidencia en diferentes esferas importantes que afectan a la población, tales como la alimentaria, la política, la laboral, la energética, la cultural, la ambiental, la migratoria y la de subsistencia. En “Crisis del sistema capitalista mundial: paradojas y respuestas”, Humberto Márquez Covarrubias puntualiza que “visto en perspectiva, la actual crisis es sistémica, estructural y civilizatoria” (7, 8). Es decir que aqueja al sistema capitalista en su totalidad. La enfermedad se manifiesta en numerosas capas y en diferentes categorías. A su vez, esta pesadumbre pone en peligro la relación entre humanos y naturaleza.

Al analizar esta preocupación por el deterioro del capitalismo desde un punto de vista filosófico, en The Cancer Stage of Capitalism: From Crisis to Cure, John McMurtry explica que el sistema capitalista ha dejado de lado el componente más importante: “life-capital”, el cual posibilita las secuencias de vida de los individuos y de la sociedad a través del tiempo. Lo que se valora es el capital destructor de vidas, el cual genera una secuencia de dinero no regulada (78). Para McMurtry, el “capital vida” es la base de la que depende la vida de las personas y las sociedades en todo momento, pero cada vez está más invadido en cada uno de los ámbitos básicos—el aire, la luz solar, la comida, el agua, el futuro de los niños y niñas, y los sistemas sociales y naturales para el sustento de la vida (194). Consecuentemente, los bienes que propugnan la vida son los medios para satisfacer las necesidades de subsistencia, los cuales extienden las dimensiones de vida. Las únicas verdaderas necesidades económicas son: alimentación nutritiva, agua limpia, vivienda adecuada, interacción afectiva, variedad y espacio del entorno ambiental, atención médica en caso de enfermedad y condiciones accesibles de aprendizaje (197). En la práctica, el capitalismo global ignora y excluye el “capital vida”. Su único objetivo, en todos los casos y en todos los niveles, consiste en un sistema de maximización de la demanda de dinero auto-multiplicadora sin función vital y liberado de reguladores y barreras, con la intención de desagregar, agotar e invadir los sistemas de vida en todos los planos de cualquier manera que haga crecer, a toda costa, las secuencias de dinero privado (37). En contraposición, McMurtry afirma que lo que se requiere son mecanismos de sistemas coherentes con la vida en todos los dominios que proporciona el paradigma del “capital vita”, los cuales producen un sistema complejo de macro leyes de correlación. Para McMurtry, cuanto más se reproducen y extienden de manera compatible las amplitudes y profundidades de la vida, cuanto más se acumulan las bases del “capital vida”, mejor es la economía real y la condición objetiva de la sociedad, ya que los individuos son más capaces de expresar y disfrutar su vida (312).

Otra forma de definir esta situación la presenta Sayak Valencia, quien afirma que estamos viviendo en medio de un “capitalismo gore”, el cual se define como la ruptura de valores y prácticas que ocurren visiblemente en territorios fronterizos del “Tercer Mundo” con regiones del “Primer Mundo” (20) y que se extiende a todos los países en vías de desarrollo. Este capitalismo crudo produce diferentes formas de violencia que se emplean para lograr una legitimidad económica (22) y según lo afirma Valencia,

 

 la crudeza de esta violencia obedece a una lógica nacida de estructuras y procesos planificados en el seno mismo del neoliberalismo, la globalización y la política. Hablamos de prácticas transgresoras únicamente porque su contundencia deja patente la vulnerabilidad del cuerpo humano, en cómo se lo mutila y se lo profana.[1] (22)

 

Tal es el caso de las masacres que existen en las fronteras de México y Estados Unidos debido a los procesos inmigratorios y los obstáculos que el migrante tiene que afrontar. Lo mismo se puede decir en el linde de África con España, donde no se valora la vida del migrante y se cometen crímenes en contra de estos individuos. A esta violencia se le debe sumar la de las corporaciones transnacionales, las cuales han contribuido a la debilitación del Estado y han dejado a sus ciudadanos vulnerables y a merced de estas fuerzas destructivas. Para Valencia, el empresario contemporáneo se ha convertido en un agente financiero del capitalismo gore y transformado en una figura monstruosa, un especialista de la violencia, que carcome la esfera política-económica y controla al individuo común (64). El capitalismo crudo produce un nuevo feudalismo, ya que “la concentración de la riqueza en las oligarquías del capitalismo financiero es ahora infinitamente más poderosa que todas las demás fuerzas del planeta” (Estévez y Taibo 112).

Lo que es más, la aguda crisis económica se extiende al ámbito cultural y personal del individuo porque fomenta desconsuelo moral, vergüenza de ser diferente, falta de autoestima individual y una marcada insatisfacción (Lipovetsky 191). La cultura del sistema capitalista vigente crea una demanda de consumo internacional que fomenta “actividades criminales transnacionales” (Curbet 63), por lo cual se incrementa la demanda del tráfico de drogas, órganos y prostitución, acompañado de una violencia que va desde la intimidación a un ímpetu sangriento que llega hasta el asesinato por contrato (Valencia 87). Estos macabros negocios económicos ilegales se convierten en una sub-economía alternativa, poniendo en peligro la vida del ciudadano, quien vive en una cultura que gira en torno al crimen, la pobreza material y el descontento emocional. Sobre esto, Gilles Lipovetsky explica que, en sociedades de consumo, la pobreza material se vive como falta de autonomía y falta de acceso a los propios proyectos, como obsesión por la supervivencia, como sentimiento de fracaso y colapso social (190), ya que no se puede acceder al consumo y la acumulación que exige una sociedad hiperconsumista (181).

 La consolidación de las empresas transnacionales que fomenta el capitalismo crudo promueve la desregularización del mercado neoliberal y se convierten en órganos de explotación que esclavizan al trabajador y relegan el poder del Estado. Para estas corporaciones prevalece la acumulación de poder, donde la victoria económica es más importante que el bienestar colectivo y una distribución más equitativa de las riquezas. Para Slavoj Zizek existe una “violencia sistémica” producto de los adversos efectos que emanan del funcionamiento de los procedimientos económicos y políticos (1), donde este salvajismo se vuelve difícil de atribuírselo a una persona concreta porque se encuentra camuflada dentro del sistema capitalista (12, 13). A esto hay que sumarle la “filantropía” de multimillonarios “capitalistas humanitarios” que disfrazan sus buenas intenciones para ayudar a la comunidad, pero que en realidad invisibilizan la violencia sistémica, que sustenta su éxito económico, y dificultan su identificación (14, 15).

Este malestar como producto del capitalismo crudo se evidencia en la literatura, específicamente en la novela de crímenes. Existe una constante relación del género negro con el capitalismo y una evolutiva capacidad de crítica hacia el sistema. En Crítica y Ficción, Ricardo Piglia presenta al género negro como

 

un modo de narrar en la serie negra que está ligado a un manejo de la realidad que yo llamaría materialista. Basta pensar en el lugar que tiene el dinero en esos relatos. Quiero decir, basta pensar en la compleja relación que establecen entre el dinero y la ley: en primer lugar, el que representa la ley sólo está motivado por el interés, el detective es un profesional, alguien que hace su trabajo […] (mientras que en la novela de intriga el detective es generalmente un aficionado que se ofrece “desinteresadamente” a descifrar el enigma); en segundo lugar, el crimen, el delito, está siempre sostenido por el dinero: asesinatos, robos, estafas, extorsiones, secuestros, la cadena es siempre económica […] En última instancia […], el único enigma que proponen las novelas de la serie negra es el de las relaciones capitalistas: el dinero que legisla la moral y sostiene la ley es la única “razón” de esos relatos donde todo se paga. En este sentido, yo diría que son novelas capitalistas en el sentido más literal de la palabra: deben ser leídas, pienso, ante todo como síntomas. (62)

 

Es decir que para Piglia, la preocupación de la vertiente negra se centra en el papel que el dinero tiene en la sociedad y en la estrecha relación que existe entre esta literatura y la economía desde el surgimiento del género policial. Ya desde su inicio, la novela detectivesca tradicional sustenta el interés de la burguesía de vigilar, doblegar y modificar toda posible amenaza proveniente del proletariado (Mattalía 23), lo cual demuestra que esta literatura, desde sus comienzos, tiene una relación con el capitalismo y pretende aleccionar a aquellos que se atreven a romper las reglas impuestas para el beneficio económico con la intención de mantener la riqueza de un grupo privilegiado. Así, estos textos se enfocan en descubrir al asesino, sacar a relucir el modus operandi del crimen, enfatizando su castigo para ejemplificar que no hay forma de amenazar al sistema socioeconómico preestablecido, “justice is always done. Crime never pays. Bourgeois legality, bourgeois values, bourgeois society, always triumphs in the end” (Mandell 48). El acaudalado constantemente triunfa y mayormente la propiedad privada, la ley y el orden obligatoriamente tienen que ser resguardados para cerciorar la hegemonía de la burguesía (Cadáveres, Di Paolo 68).

Lo que es más, el crecimiento de las comodidades de producción capitalista origina una transformación en la postura que exteriorizan las personas de las sociedades modernas en cuanto a la muerte. Por un lado, en las sociedades primitivas, la muerte es asentida como un paso natural con el que concluye la vida terrenal, y se despliega una obediencia hacia los mayores y la sabiduría ancestral. Por otro lado, en las sociedades fundadas en la fabricación y comercialización de bienes, la competencia entre la personas aumenta y la gente mayor se convierte en una molestia para el mundo capitalista (Mandell 40). La colectividad burguesa inicia una intranquilidad con la probidad del cuerpo, ya que este es una herramienta imprescindible para la manufacturación de bienes materiales. Consiguientemente, brota una ansiedad por la muerte y se la entiende como suceso trágico y no como un ineludible desenlace de la vida. Es en parte debido a este cuadro socioeconómico que la burguesía se ve trastornada por la muerte súbita y, más concretamente, por la presencia del crimen en la sociedad (41). Además, en The Corpus Delicti, Josefina Ludmer expone que el criminal no simplemente ejecuta transgresiones, sino que conjuntamente “produces the whole of the police and criminal justice, constables, judges, hangmen, juries, etc; and all these different lines of business which form equally many categories of the social division of labour, develop different capacities of the human spirit” (3). Ludmer recalca el hecho de que la infracción de las leyes asignadas por la burguesía favorece el afianzamiento del sistema económico capitalista y justifica la existencia de la industria del crimen. El criminal, por un lado, rompe la regularidad y la protección de la vida burguesa y, por otro lado, incentiva el ímpetu productivo (Cadáveres, Di Paolo 68).

Con el paso del tiempo, se produce una ruptura con el policial clásico, la cual está ligada al sistema capitalista. Un ejemplo evidente es Operación Masacre (1957) de Rodolfo Walsh (1927- 1977). El texto de Walsh versa en torno al desmoronamiento de un contragolpe militar a la dictadura de la Revolución Libertadora en 1956, donde en un campo al aire libre de José León Suárez (Provincia de Buenos Aires, Argentina) son ejecutados muchos ciudadanos ante la sospecha de ser integrantes de un levantamiento. Este quebrantamiento con el policial clásico de organizar la narración del crimen a través del raciocinio y la lógica conforma un dispositivo indispensable para entender su desarrollo hasta el presente, ya que se abordan temáticas que expresan injusticias sociales, políticas y económicas, proporcionando una nueva fase evolutiva de la novela criminal (Cadáveres, Di Paolo 18).

Esta insurrección y masacre que se narra en la novela de Walsh también está íntimamente relacionada con la intención de solidificar y expandir el capitalismo en la región. El golpe de estado y la dictadura de Aramburu tenían un enfoque económico capitalista ya que

 

se incentivaba al sector agropecuario en detrimento del industrial, al que perjudicaban eliminando las políticas proteccionistas y por la devaluación, que encarecía notablemente sus insumos. Este proceso vino de la mano de una creciente integración al mercado internacional de capitales. La Argentina se incorporó así al FMI (Fondo Monetario Internacional) y al Banco Mundial, dos organismos internacionales que permitían al país obtener créditos, a cambio de la imposición de los llamados “Planes de Estabilización” que implicaban una reducción de salarios, la eliminación de trabas al ingreso de capitales extranjeros, la disminución de aranceles y la reducción del gasto público. Todas estas medidas puestas en práctica durante la Revolución Libertadora no condujeron a la estabilización económica esperada: no lograron equilibrar la balanza de pagos (ya que las exportaciones crecieron menos que las importaciones), disminuyeron la capacidad de consumo, y llevaron a un nivel muy alto el endeudamiento externo. (Procesos históricos 1)

 

Aquí ya se evidencia el daño del FMI y la crisis que produce el acoplamiento al mercado internacional. Estos “planes de estabilización” son en realidad desestabilizadores que afectan al trabajador, a la dependencia de productos importados y a un sentimiento negativo causado por el incremento de la deuda externa. La crisis socioeconómica se impregna al policial y provoca una nueva mutación para reflejar los problemas que se manifiestan en el seno social. Este nuevo género de la novela negra “incorpora la lucha por el poder político y/o económico, la ambición, el individualismo, la violencia, el sexismo y el dinero, productos de una sociedad corrupta y en descomposición” (Giardinelli 17).

Lo mismo se puede decir de El Complot Mongol (1969) de Rafael Bernal. En su investigación sobre la novela policial mexicana, Ilan Stavans expresa que 1968, el año previo a la disponibilidad de El complot mongol en librerías, fue un tiempo tumultuoso en la trayectoria de México a causa de la intranquilidad política que reinaba en el país, la cual ocasionó violencia y muerte. Este desequilibrio igualmente se propagó al espacio literario, en el cual escritores como Rafael Bernal empiezan a valerse de diferentes estructuras narrativas para declamar el entorno que los rodea (25). Con la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952), México adquiere un presidente que no es integrante del grupo de los militares. Los gobernantes son licenciados que aparentan administrar por medio de las instituciones y las leyes, pero en realidad forman parte de una gran corrupción política y afianzan al país dentro de una economía capitalista que perdura hasta nuestros días. Complementario al pasado pos-revolucionario y a la deshonesta hegemonía del PRI, se suman otros problemas sociopolíticos, donde gran parte de América Latina se encuentra aquejada por la Guerra Fría. Esta situación causa inseguridad y agitación en el seno de la sociedad mexicana (Negrótico, Di Paolo y Olmedo 54). Consecuentemente, como la novela de crímenes se transforma en el género por excelencia para exhibir las preocupaciones sociales, Bernal recurre al género negro para evidenciar la intranquilidad y la criminalidad que proviene del pánico al avance comunista y la lucha por afirmar y expandir el sistema capitalista en México.

Como se puede ver, los orígenes y transformaciones que experimenta la novela de crímenes están ligados, desde su comienzo, a la solidificación del sistema capitalista. El desarrollo y la proliferación de la novela negra desde fines del siglo XX ocurren ante el propósito de manifestar un desencanto frente a un capitalismo que carcome el “capital vida”. Para José Colmeiro, escritor español,

 

la novela policiaca negra actúa de forma catártica para liberarse colectivamente—autor y lector—del fantasma de violencia del pasado, la represión política, la tortura policial, y aliviar, al mismo tiempo, el horror de la violencia de la vida cotidiana del presente, la corrupción, la escalante agresividad, la pérdida de seguridad y hasta el valor de la vida humana. (217)

 

El género negro registra el espanto de un sistema que produce pánico y que pone en riesgo “el capital vida”. En progresión, la novela negra del siglo XXI continúa esta misión y expande su repulsión a la estructura política y económica, la cual ha llegado a un punto límite, produciendo una serie de crisis para perpetuar la riqueza de una “secta” viciada por la codicia y ajena a proteger el sustento económico del “capital vida”, deteriorando la subsistencia del individuo y la naturaleza a nivel global. Para Marta Zanz, novelista española, “el género negro sirve muy bien para reflejar lo que yo considero (y lo voy a decir muy pedantemente, la violencia sistémica al capitalismo” (Boullosa 1) y para Carlos Salem, “en la novela negra el asesino es el sistema, directa o indirectamente, que deglute a un montón de gente y lo que no le sirve lo escupe. Y esos huesos que escupe, de una u otra manera, es lo que buscamos contar, porque es lo que le pasa a más gente de lo que parece, y cada vez más” (1). Siguiendo este pensamiento denunciante y pesimista, Carlos Zanón afirma que

 

a partir de la Segunda Guerra Mundial, a partir de Vietnam, a partir de todas las mierdas, en Occidente se instaura la sensación de que ser moral es tener mala conciencia. Todos somos conscientes de que somos unos hijos de puta. De que nuestro sistema es un sistema injusto, de que puteamos al resto del mundo [...] La mala conciencia generalizada hace que el propio sistema sea incapaz de lavarle la cara. Y cuando uno se pone a escribir no puede escribir que cree en el sistema. (1)

 

Tanto Zanz, Salem como Zanón coinciden en que el criminal es el sistema capitalista ya que solo interesa el lucro. Su obtención no tiene escrúpulos. Se lo persigue tanto de manera legal o ilegal, produciendo las crisis en lo ambiental, energético, alimentario, laboral, de subsistencia, político, inmigratorio y cultural. Es evidente que los autores de novela negra del siglo XXI escriben ante la necesidad de sacar a relucir y advertir sobre el capitalismo nocivo, expresar una desconfianza en la estructura económica vigente y buscar un camino para revertir la situación. Este libro estudia novelas negras contemporáneas de Hispanoamérica, las cuales conforman un corpus que permite una meditación crítica de la sociedad capitalista. Los textos seleccionados exploran los efectos negativos que experimenta la sociedad y que inspiran la ficción criminal. El primer capítulo explora la crisis alimentaria. Márquez Covarrubias revela que “el orden agroalimentario global antepone los intereses de las empresas transnacionales, desmantela los sistemas de producción de los países subdesarrollados y sus modos de vida campesino, y genera el problema de la pérdida de soberanía alimentaria y la insustentabilidad social” (10). Para reflejar el problema alimentario se analiza Crímenes de hambre (2018) del español Miguel Pajares. El texto explora cómo las grandes compañías transnacionales y los ajustes estructurales impuestos por entidades como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio producen una hambruna en Guatemala, Haití y África. La novela permite indagar sobre el activismo en contra de la globalización y el esfuerzo por combatir los crímenes que produce el capitalismo. Por ejemplo, se hace referencia a los fondos buitres, capital privado que se destina a especular con bonos impagos de países en vías 21 de desarrollo y que afectan las reformas alimenticias. La novela se centra en la falta de crédito y subsidios para promover la producción de productos básicos, la exportación masiva de agrocombustibles, la disminución de la calidad alimentaria, las enfermedades que producen el hambre y la alteración genética de semillas para ser más resistentes a pesticidas. Asimismo, el texto gira en torno a la expulsión de campesinos de sus tierras y el monopolio de los mercados futuros que especulan el costo de los alimentos. La crisis ambiental es parte del segundo capítulo. Según Márquez Covarrubias, “la desproporción en el consumo de recursos naturales en el sistema capitalista mundial es desigual: el 20% de la población mundial, concentrada en los países centrales del norte consume 80% de los recursos naturales. La voraz dinámica de acumulación destruye lo que la naturaleza tarda millones de años en construir” (10). Para escudriñar el problema ambiental se estudian La música de la soledad (2014) del chileno Ramón Díaz Eterovic y Verde oscuro (2014) de la argentina Alicia Plante. La novela de Eterovic expone la incapacidad de regenerar los recursos naturales no renovables, las enfermedades, el destierro de habitantes, la contaminación del suelo y el agua—debido al derramamiento de desechos tóxicos—y el cambio climático. El texto se interna en la corrupción del gobierno, el apoyo interesado de ciudadanos que se benefician de la industria minera, la culpabilidad del sistema corporativo y en las amenazas, asesinatos y conspiraciones que sufren los que se enfrentan al poder de las compañías transnacionales. La segunda novela que ilustra el conflicto ambiental es Verde Oscuro. Siguiendo la temática detectivesca se desenmascara la usurpación de tierras naturales para el desarrollo urbanístico sin importar las consecuencias ecológicas. Además, se denuncia el negocio de la naturaleza. En vez de multiplicarla y preservarla se intenta venderla la naturaleza al ciudadano. El estudio de una crisis laboral proveniente del sistema capitalista se incluye en el tercer capítulo. Sobre este tema, Márquez Covarrubias afirma que 22 La superexplotación del trabajo significa no sólo la contención salarial y el empobrecimiento familiar, sino también la exposición a riesgos y peligros laborales, el desgaste prematuro de la fuerza laboral y la posibilidad de ser despedido y excluido de la órbita de la producción y el consumo. No obstante, bajo el influjo del capitalismo neoliberal se han recrudecido los problemas sociales, al punto en que se pone en riesgo, cuando menos en vastas zonas del planeta, la existencia y reproducción de la vida humana. El rasgo consustancial al capitalismo neoliberal es la insustentabilidad social. (8) Para explorar esta situación se estudia Siliconas Express (2013) de la argentina María Inés Krimer. El texto se sumerge en la industria de la moda y los talleres clandestinos, los cuales son culpables de la explotación laboral, especialmente del inmigrante boliviano. Se explora el contraste perverso entre la “alta costura” y el submundo de la costura esclava. Al mismo tiempo, Krimer condena la sobreexplotación del trabajo donde el individuo tiene una remuneración ínfima y jornadas extenuantes. Se contrasta la producción barata y el alto valor de venta en los espacios fashions. La novela se adentra en la explotación del cuerpo y cómo las modelos también son esclavas de la industria y sus cuerpos se convierten en mercancía. Además de Silicona Express, en este capítulo se analiza Cupo, también escrita por María Inés Krimes. El texto se enfoca en el poder gremial y en las relaciones corruptas entre Estado, empresas y sindicatos. Desde el punto de vista de género, la novela presenta a las mujeres como grupo colectivo en pos de derechos que hacen a la ética y el humanitarismo. Mientras que los hombres se enfocan en la acumulación de poder, violando las leyes y eliminando a la oposición. La cuarta crisis que se estudia es la migratoria. Márquez Covarrubias comenta al respecto que 23 enormes contingentes de población devienen en redundantes o desechables para las necesidades de valorización del capital. La cantidad de migrantes laborales que van de sur a norte y el volumen de las remesas que envían a sus países de origen han experimentado un crecimiento sin precedentes en todo el mundo. (10) Para investigar sobre este malestar específico se examina Aguas de venganza (2016) del español Miguel Pajares, el cual revela que la migración africana se origina en la falta de recursos económicos, guerras civiles y disturbios y conflictos sociales en los países de origen. Tanto los marroquíes como los españoles violan los derechos humanos de los inmigrantes y refugiados hasta llegar al homicidio. El texto explora el saqueo internacional de hidrocarburos y minerales. En la región subsahariana existe una valorización del capital extranjero por sobre el regional, una sobreexplotación de recursos pesqueros debido a la pesca ilegal para abastecer la demanda europea y asiática. El trayecto hasta la frontera española es riesgoso y puede llegar a ser letal debido a bandidos, traficantes y pasadores, hambruna, deshidratación, enfermedad y falta de acceso a medicamentos. Como si esto no fuera suficiente, a los que logran cruzar se los devuelve a Marruecos y los gendarmes de la Guardia Civil llegan a pinchar los flotadores de los potenciales migrantes y refugiados. El quinto capítulo sondea la crisis de subsistencia. Para adentrarse en ella se analiza Instrucciones para robar supermercados (2017) del argentino Haidu Kowski. La novela presenta la perspectiva de aquellos que viven en la desesperación y en busca de una subsistencia digna y un empleo justo. Desde una estética variada que va desde la novela de crímenes y la picaresca, hasta el género erótico y lo grotesco, la trama muestra que la crisis del capitalismo es una realidad agobiante y que su poder de acción es mayor a lo que puedan realizar un grupo de personas. La novela no hace hincapié en la riqueza que acumulan los miembros de la 24 banda. El robo al sistema no es una opción válida para salir de la marginalidad. Los únicos que se benefician son los jefes de las organizaciones, quienes, al mismo tiempo, conforman parte del sistema capitalista legitimado e imperante, beneficiándose desde la ilegalidad, la corrupción y la explotación del trabajador. La crisis energética se trata en el sexto capítulo de este libro por medio del análisis literario de Cenital (2012) del español Emilio Bueso. A través de esta novela distópica se escudriñan las consecuencias de la escasez y el derrumbe de los recursos energéticos que llevan al regreso de sociedades arcaicas, donde las ciudades se han convertido en ruinas y lugares de abandono. La crisis energética se transforma en una pandemia que se propaga atravesando la economía capitalista, matando gente, derrumbando hogares, industrias y hasta la misma ciencia fomentada por el capitalismo como lo son la informática, el desarrollo genético, la industria armamentística y la conquista del espacio. La novela propone un modelo cultural, ideológico y económico alternativo donde cazar, tejer, cocinar, cuidar del otro, amar y proteger son las nuevas claves para un nuevo orden mundial. De este modo, Cenital puede leerse como metáfora de un mundo por venir; un nuevo orden pos capitalista centrado en la vida, lo natural, y el reconocimiento de lo humano en su profunda condición. El séptimo apartado inquiere sobre la crisis política que deriva de la subyugación que recibe el Estado frente al capital corporativo y la alianza de ciertos funcionarios con este poder, en busca de intereses propios, sin importarles la destrucción del ciudadano común y de la naturaleza. Se analiza Los crímenes de la secta (2015) del español José Antonio Solís. La novela enfatiza los malabares y obstáculos que enfrenta la emergencia de una política que tiene la intención de resguardar e incrementar el “capital vida” y establecer una nueva alternativa a niveles gubernamentales y económicos. El conflicto entre ambas posturas es el detonante de crímenes por índoles políticas y revela la agresión que provoca el sistema 25 capitalista cuando se lo pone en peligro. Frente a esta tensión, surge un grupo que disiente furiosamente y se esfuerza en deshacerse del miedo instaurado por el viejo orden que subyuga, avasalla y margina. Esto crea un desorden social que apunta a una transformación profunda de la sociedad. Otro elemento importante que plantea la novela es cómo los medios de comunicación entran en conflicto con la necesidad de cambio y favorecen la consolidación del sistema capitalista vigente. Finalmente, el último capítulo se centra en el análisis de En la orilla (2013) del español Rafael Chirbes para indagar sobre la crisis cultural como producto del capitalismo gore. Si bien la historia gira en torno al crack de la burbuja inmobiliaria en España y la pérdida de bienes materiales, la novela pone de manifiesto la decadencia cultural y social. Los personajes sufren la destrucción de las fibras productivas de una sociedad y son víctimas de las falencias que impiden restablecer los valores éticos y humanos.



[1] La traducción es nuestra.