SE REALIZÓ “CÓRDOBA MATA”, ENCUENTRO DE LITERATURA POLICIAL
La Docta se puso negra
El encuentro comenzó en la Feria del Libro, donde se reunieron autores locales, nacionales y extranjeros. El raid de los escritores siguió en Mina Clavero, donde leyeron sus obras y celebraron con un asado de despedida en Cura Brochero.
Es la primera vez que en Córdoba se reúnen autores de novela negra y policial. Impulsado por el escritor Fernando López, referente del género en la provincia y en el país, el flamante “Córdoba mata” logró convocar a un gran número seguidores, además de otras presencias destacadas, como Mempo Giardinelli y Juan Sasturain.
Pero lo interesante fue la alta participación de autores locales y nacionales que vienen incursionando en las distintas ramas del mundo del policial, este particular género en el que se entrecruzan la ficción y el periodismo, la crónica histórica además de la parodia y el humor. Entre los autores presentes, estuvieron nada menos que Esteban Llamosas, Daniel Teobaldi, Lucio Yudicello, Dante Leguizamón, Álvaro Abós y, por supuesto, el promotor del encuentro.
Pero hubo más: una mesa integrada por la uruguaya Mercedes Rosende, Mercedes Giuffré y Alicia Plante, que abordó el caso especial del policial con “faldas” y el español Alexis Ravelo, quien habló sobre el policial español.
El encuentro continuó con un recorrido por las sierras. Fernando López tuvo que “insistir” (poco, dicen) con un chivito al asador al que se plegaron con entusiasmo. Un grupo de autores llegó hasta el Centro Cultural Comechingones donde se dio una variopinta mirada sobre el género. Algunos, como Raúl Argemí, hablaron de la literatura negra como una narrativa con “cojones como para pisárselos”.
Según Alexis Ravelo, reciente ganador del premio Dashiell Hammett con su obra La estrategia del pequinés, “los lectores argentinos, uruguayos o chilenos son grandes lectores; en España tenemos mucha gente que compra libros, pero no muchos lectores”.
Fernando López, organizador de este encuentro, agregó: “Yo creo que estos festivales impactan de manera muy positiva en los lectores porque tienen la posibilidad de encontrarse frente a frente con autores que les han llamado la atención. Córdoba necesitaba un evento así. El género negro está en expansión en el mundo, y si aceptamos que no es solamente una cuestión de marketing, hablamos de que es el género más leído en el mundo, y Córdoba debe ser parte de eso”.
En una charla con Veintitrés, López contó algunos aspectos de este encuentro.
–¿Qué te llevó a organizar “Córdoba mata”?
–La necesidad de inaugurar un foro de discusión y difusión de este género apasionante, de acercar los lectores a los autores y a ellos entre sí, de crear y sostener la necesidad de su lectura en los lectores cordobeses. Como dije en alguna nota, “Córdoba necesita tanto las cloacas como la novela negra”.
–¿Hay alguna característica que defina al policial escrito por cordobeses?
–Hay una gran variedad temática en la que aparecen detectives, la novela negra dura, el enigma y el suspenso; también encontramos rastros de ciencia ficción, pero me parece que el elemento característico y común es la aparición de la ciudad en todas estas novelas, con sus características culturales y edilicias (la música de cuartetos, la universidad, la villa), políticas (la corrupción, el narcotráfico, los abusos policiales y la anomia judicial) e históricos (donde aparecen la Reforma Universitaria, el Cordobazo, la fuerte presencia de la curia o la Revolución Fusiladora). Y también en esa parodia cuasi rural de Lucio Yudicello (escritor cordobés multipremiado) Judas no siempre se ahorca, que transcurre en un pueblo imaginario de Traslasierra.
–¿Está de moda la novela negra? ¿Por qué su auge actual?
–Creo, sin ser un experto, que este género es el más adecuado para introducirse hasta el hueso en la “realidad” de la sociedad contemporánea, corrupta, inficionada por el narcotráfico y en la que las fuerzas armadas policiales son prácticamente incontrolables para el poder político. Y no sólo de la sociedad consumista decadente de Occidente sino en la de todas: hay novela negra en África, por ejemplo, donde el capitalismo no se ha desarrollado como en Europa y América; la hubo en la sociedad socialista de los soviets, hay autores de origen árabe, la hay en la China actual, en fin, en todo el mundo la novela negra nos enseña a entender lo que se oculta detrás de una publicidad que nos vende un mundo ideal. A la vez, la novela negra nos deja la sensación de que, por las buenas o las malas, se restituye ese orden ideal que nos enseñan en la escuela y que en la realidad es imposible.
–Sos escritor y de novela negra, ¿cuáles fueron tus inicios en este género?
–La lectura de los clásicos y el cine negro norteamericano y francés me convirtieron en fan antes que mis cargos, de asesor letrado primero y juez penal después, que ejercí en la ciudad de San Francisco de esta provincia (la que aparece como San Tito en varios de mis textos). Ya mi primera novela, El mejor enemigo, era una novela política sobre las andanzas de la Triple A cordobesa en 1975, y la escribí a conciencia con la estructura de un policial.
–¿Y así nació tu personaje y protagonista Philip Lecop?
–Curiosamente, la idea surgió en el transcurso de una reunión en la que alguien habló de la existencia de una cooperativa de ex convictos, que habían decidido dejar de delinquir y hacer de sí personas honorables, recuperadas para la sociedad. Me pareció fascinante la idea de dar voz a los excluidos de siempre, a los portadores de rostro que la policía detiene en las calles sólo porque son oscuros y “mal vestidos”, y hacerlos hablar de sus problemas como los seres humanos que son. Elegí hacerlos hablar y reír a través de la parodia del género, y cuando los conocí personalmente, les pedí permiso para incluirlos como personajes de la saga. Aceptaron de inmediato. Fue un trato cordial, de palabra, entre ex convictos y un ex juez del fuero penal. Con ellos aprendí mucho sobre la condición humana. Aprendí, por ejemplo, que la pobreza no es para nada sinónimo de tristeza. La visión cultural del otro que tiene el burgués lo lleva a marginar a los diferentes (los gordos, los feos, los enfermos y los pobres) y revela el grado de enfermedad de las capas media y alta de nuestra sociedad consumista.
El policial muestra a una sociedad
Fabián Gabriel Mossello es cordobés, profesor y licenciado en Letras Modernas por la UNC, especialista en Lectura, Escritura y Educación, por Flacso, y Magíster en Literaturas Latinoamericanas. Desde 2009 dirige el proyecto de investigación “El discurso del policial” y desde el 2014 el proyecto “Problemáticas en torno a la escritura académica y de ficción en la Universidad”, ambos por la Universidad Nacional de Villa María.
–¿Qué te llevó, como hombre de letras, a investigar sobre el discurso del policial?
–El interés por el género policial viene de muy lejos. El policial siempre ha estado presente en mi biblioteca. Las sociedades narran sus delitos, sus crímenes, sus grandes y pequeñas tragedias por medio del periodismo, por el boca a boca y las charlas de todos los días. Pero también por medio de su literatura policial, y esa fue una intuición y un punto de partida para mis trabajos; el género policial constituye otro modo que tiene la sociedad contemporánea para narrar, desde la ficción, lo que acontece en el espacio del delito. De alguna manera nos sentíamos identificados con lo alguna vez dijo Henning Mankell, que “el policial sirve para mostrar lo que está pasando en la sociedad”. De este modo, las lecturas personales y los distintos recorridos como docente e investigador fueron consolidando una agenda de intereses que se concretaron en distintos proyectos de investigación y publicaciones en torno al policial. Nuestro último libro, una compilación de artículos sobre el género que realizamos con la profesora Marcela Melana, llamado El discurso del policial. Reconfiguraciones del género en la sociedad contemporánea (2014), es parte de ese proceso.
–Remitiéndonos al ámbito provincial, ¿creés que hay alguna característica que defina al policial escrito por tus coterráneos?
–El policial, como espacio de escrituras literarias, es una de las matrices genéricas más conocidas y aceptadas por el actual público lector. Esto se debe a cierta repetición en los modos de contar, sus temas, su retórica y lenguaje. Es decir, es un género muy previsible. De todos modos, en Latinoamérica, y en la Argentina en particular y sobre todo en los últimos años, esta matriz se ha ido modificando, alterando y adaptando a su contexto de producción y las particularidades de las distintas regiones. Este es el caso de la literatura policial cordobesa. Espacio, si se quiere, en expansión y con características propias, dentro del marco general de la literatura policial nacional. Un primer aspecto y tal vez el más destacado es el uso de la parodia como recurso para introducir el humor (nuestro humor cordobés), la astucia del mirar, la “chispa” del contar. Los cordobeses somos grandes contadores. Fernando López y su saga de Philip Lecop; Lucio Yudicchello, quien ha escrito novelas notables en las que el lenguaje hace una parábola humorística, para contar sobre el crimen en clave de la lengua de la región de Traslasierra. Un segundo aspecto, no menos relevante que el anterior, es la utilización de la historia local para contar sobre ciertos aspectos, unos positivos y festivos, otros dolorosos como lo acaecido en la última dictadura. Me parece que es un segundo aspecto recurrente en nuestra narrativa cordobesa y que pone sobre la mesa aquella funcionalidad anunciada por Henning Mankell en relación al policial y su capacidad para decir. Autores reconocidos como María Teresa Andruetto, Jorge Felippa, Estela Smania, Esteban Llamosas y el mismo Fernando López (los listados son siempre odiosos) han incursionado en la historia local mediterránea. Córdoba tiene un potencial destacado en el espacio de las escrituras del crimen y en el futuro cercano esa presencia se irá consolidando.
–Los casos policiales que hoy abundan en los canales de noticias, ¿influyen a la hora de escribir?
–La crónica policial siempre ha sido el material de inspiración de buena parte de los escrituras del género. Desde Poe hasta la actualidad, lo que sucede en la calle del crimen, lo que se dice en la radio, los periódicos y la televisión sobre las múltiples maneras que asume el delito, todo ello influye a los escritores del género. Así, podemos decir que el policial es seguramente el más vinculado a la agenda periodística, sin que esto signifique que su lectura reemplace al periodismo informativo y de opinión. Muchos policiales hablan de la actualidad, es cierto, pero siguen siendo literatura, es decir, un tipo de práctica de ficción que enriquece nuestra percepción de lo real.
–¿Por qué resulta tan atractiva la novela negra?
–La novela negra desde su origen en aquel relato fundacional, Los asesinos de Ernest Hemingway, y desplegado con toda su retórica en la obra de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, es posiblemente el género con mayor permeabilidad y vigencia que ha existido durante todo el siglo pasado y lo que va del presente. Digo vigencia porque lo que sostiene al policial negro es su capacidad para contar sobre el crimen y el delito desde un lugar mucho más cercano a las lógicas de mundo en que vivimos. La novela negra habla del dinero, de la corrupción, de los crímenes cotidianos, pero también de los extraños y horrorosos y de las bambalinas de la mente asesina. Se mete en las fibras de nuestra epidermis y desde allí cuenta lo que nos conmueve como sujetos en sociedad. Porque el crimen nos devuelve la imagen de una sociedad que se ha vuelto momentáneamente extraña, y que sin embargo necesitamos entender. Por eso el policial negro, al desplazar la mente ascética del detective clásicos al modo de Sherlock Holmes, y proponer detectives rudos que se juegan con todo su cuerpo, nos pone frente a nosotros mismo, ante nuestros miedos de ser parte alguna vez del mundo de las víctimas.
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